Producción: MIGNONNES 
Dirección: Maïmouna Doucouré
Año: 2020 
Plataforma: Netflix 

 

En 5 líneas esta película:

Es de drama

Explora la religión y la hipersexualización

Reconoce las imposiciones sobre las mujeres en el mundo moderno

Acentúa las libertades arrebatadas de una madre en una hija

Es una película disruptiva

 

   

 

La directora francesa de origen senegalés Maïmouna Doucouré se ha atrevido a reconocer de frente las imposiciones violentas con las que tienen que vivir las niñas y mujeres, golpeadas por la tradición, la costumbre, el respeto, la belleza, la aceptación, el sexo y la identidad. Abstracciones que en el comportamiento, el cuerpo y las emociones surten el mismo efecto que el de una golpiza física: el sometimiento.

Mignonnes cuenta la historia de Amy, una niña musulmana-senegalesa de once años que descubre que su padre la ha abandonado a ella, su hermano pequeño y su madre para casarse con otra mujer; sumado a tratar de entender, bajo los valores religiosos que profesa su familia, porque la madre tiene que aceptar la poligamia de su esposo con la cabeza agachada. Es entonces que Amy descubre un desahogo en un grupo nuevo de amigas que ambicionan una sola cosa: ganar un concurso de baile.
La vida de las mujeres musulmanas-senegalesas se resume en una palabra: obediencia. Los roles femeninos se reducen a lo intrínseco de cuidar una casa, tener hijos y aceptar las decisiones del hombre (aunque sea casarse con otra mujer). En este difícil escenario de ideas conservadoras, la historia encuentra su desarrollo en lo que Amy descubre y procesa sobre el matrimonio (un acuerdo de relación moldeado por la religión); no obstante. Para equilibrar esta ecuación narrativa, la directora ha puesto en ese proceso de descubrimiento la hipersexualización femenina como un contraste audaz, complejo y abrumador de un sometimiento y otro.
Las amigas se imponen el querer adelantarse a sus respectivas edades para tratar de sobrevivir en un mundo que no compagina bien con la niñez. La directora hace un trabajo excelente reconciliando el concepto de la niñez en un mundo contaminado por la prioridad que se le da a la corporalidad sobre cualquier otra cualidad. Mignonnes nos dice una verdad que se ha normalizado: las niñas ya no parecen niñas. Pero lo reprochable no son las escenas que se reducen al dinamismo de un baile para demostrarlo, sino las connotaciones que se agregan a ellas para evitar profundizar en una sola pregunta: ¿qué tan distorsionada y enferma está la gente que nos rodea?
A la par de eso, la película nos establece otra interrogante: ¿cómo luchar contra los sometimientos que permanecen? Maïmouna Doucouré establece un proceso para acentuar las libertades arrebatadas de una progenitora hacia su propia hija. Sus significados son impactantes y el mensaje estremecedor: las mujeres aún pueden respirar, y progresivamente lo están haciendo. 
Para los que se preguntan si no es combatir mal con mal, les digo que mientras haya un proceso de preparación, comunicación y educación de por medio, debería resaltarse más bien el efecto positivo de romper con el condicionamiento y empezar a darle a estas niñas actrices la ventaja de reconocer y cambiar el ecosistema que les rodea (sus trabajos son magistrales). Si algo se puede deducir de esta controversial película es que la normalidad que defendemos ha sido confinada a un mundo de negaciones y silencios, y la verdad es que ya llevamos mucho tiempo haciéndolo que me atrevo a decir que ya no vivimos en ese mundo. Hemos ignorado eso por años, es una dicha que haya personas como Maïmouna Doucouré  que están dispuestas a que no lo olvidemos.
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