Producción: Mindhunter
Creador: Joe Penhall, David Fincher
Año: 2017
Plataforma: Netflix
En 5 líneas esta serie:
Se basa en hechos reales
Busca desmitificar al asesino serial
Es neo-noir
Tiene un guion y actuaciones extraordinarios
Dialoga con obras anteriores de Fincher
Finalmente se estrena Mindhunter, la serie original de Netflix, creada por Joe Penhall y el legendario director neo-noir David Fincher. En ella, se relata la historia de Holden Ford (Jonathan Groff), Bill Tench (Holt McCallany) y Wendy Carr (Anna Torv), fundadores de los estudios de perfil criminológico del FBI, a fines de los años setenta. Aunque en ella se utilicen nombres ficticios para los investigadores, esta se basa en el libro Mind Hunter: Inside the FBI’s Elite Serial Crime Unit de Mark Olshaker y del agente John E. Douglas, quien sirve como modelo para Ford y desde cuya perspectiva se narran los eventos. Por su parte, Bill Tench y Wendy Carr son pseudónimos para el agente Robert Ressler, compañero de Douglas y consultor de Fincher y Penhall, y la doctora Ann Wolbert Burgess, respectivamente. En cuanto a los asesinos se refiere, se conservan los nombres auténticos y su ficción se apega significativamente a los casos reales.
Si hubiera que describirla, tómese Zodiac (Fincher, 2007) y elimínense todas las escenas de acción y violencia. ¿Demasiado simple para resultar interesante? ¿O, más bien, Fincher decide llevar la omisión visual de la violencia, tan característica del cine negro, a un nuevo nivel? Entra en juego la imaginación del público, el cual, compartiendo el punto de vista de los investigadores, inevitablemente llena los vacíos con horrores conjeturados. Usando entrevistas llanas a los asesinos, en que rara vez se ilustran evocaciones con algún flashback, Fincher vuelve a aplicar el viejo truco noir de what’s in the box?, es decir, expresar sin mostrar, aumentar la indeterminación para incrementar la tensión. Hay una escena en la que incluso se repite la famosa situación de la caja de Se7en (Fincher, 1995), pero con roles invertidos, siendo el policía quien tiene el control del criminal, como sugiriendo: El mundo giró y vine a enmendar mi error. Esto de la perversidad humana es mucho más complicado de lo que se entiende al calor del shock y el clímax dramático de mi película noventera. Ustedes disculpen.
En una reciente entrevista con Charlie Rose, el director explica por qué, en parte, aceptó participar en el proyecto que le propuso Penhall, guionista y showrunner de Mindhunter: “Take it back.” (Retractarme.) ¿Y de qué se arrepiente este famoso cineasta? De que uno de sus personajes más emblemáticos y recordados, el asesino serial John Doe, sea, en sus palabras, una caricatura más cercana a Wile E. Coyote que a las personas reales que perpetran actos atroces. Dicho de otra forma, a Hannibal Lecter y su vástago John Doe, por más que puedan atrapar el interés del espectador, debe vérseles como poco más que una versión del lobo feroz. Se trata, aunque incluso se les llegue a utilizar como ejemplo en clases universitarias de psicología, más de símbolos que de ejemplos clínicos. Lecter es, según esta línea, fundamentalmente un supervillano y, si le concedemos la razón a Fincher, es tan encantador como poco verosímil.
En Mindhunter, el suspenso se construye a partir de la fascinación que produce el desentrañar la naturaleza aberrante. Más que una historia de escándalo criminal es una sobre el misterio de la maldad en el ser humano. Entendiendo la obsesión que despiertan figuras infames como Charles Manson o Ted Bundy, Penhall y Fincher logran que el morbo se acerque lo más posible a la curiosidad científica del criminólogo. Así, ambos autores invitan a su público a que se atreva a abandonar las simplificaciones moralistas, para comenzar a pensar en el bien y el mal, en lo normal y lo desviado, con conceptos, argumentos, preguntas y un lenguaje más sofisticados; a que aprenda a escuchar, antes de juzgar; a mirar, antes de admirar; a entender, antes que a temer.