Producción: Orphan Black
Creada por: Graeme Manson, John Fawcett
Año: 2013 – 2017
Plataforma: Netflix
En 5 líneas esta serie:
Es de ciencia ficción y fantasía
El montaje es una delicia visual
Cuenta con una actuación magistral de Tatiana Maslany
La trama general tiene un sinfín de hoyos
Sus elementos suman más que el todo
Fue con mucho escepticismo que comencé a ver Orphan Black, para ser honesta. Intenté ver el piloto y luego la dejé sentada en mi lista de Netflix por meses hasta que, un buen día, intenté ver el segundo episodio, que tampoco me convenció mucho. Fue hasta el tercero, Variation Under Nature, que me di cuenta de que sí quería seguir viendo esa serie. ¿Qué fue lo que me convenció finalmente de entrarle a un género con el que nunca me había sentido a gusto? Dos palabras: Tatiana Maslany. Fue en ese, el tercer episodio, que me di cuenta de que ni la serie ni Maslany eran algo común.
Todo comienza cuando Sarah es testigo del suicidio de una mujer que se ve exactamente igual a ella; la mujer se lanza a las vías del tren y Sarah, entonces, decide asumir su identidad. Las cosas se ponen interesantes cuando descubrimos (tanto nosotros, como Sarah) que la suicida no es la única, sino que hay al menos otras diez mujeres idénticas a ella: clones, parte de un experimento tan complicado como perverso. ¿La mejor parte? Todas y cada una son Tatiana Maslany, en personajes tan distintos que uno genuinamente piensa que hay un montón de gemelas que decidieron dedicarse a la actuación y fueron casteadas para la serie.
Conforme nuevos clones van apareciendo, con ellos un sinnúmero de otros personajes que completan este elenco de cinco estrellas: Jordan Gavaris, como el hermano. Maria Doyle Kennedy, como la madre. Evelyne Brochu, como la amante. Kristian Bruun, como el esposo… y todos son magníficos en su papel, todos son perfectos como contrapuntos específicos para cada rostro que Tatiana Maslany nos regala.
Pero por cada memorable actuación, por cada pieza de montaje, perfectamente maquilado hasta un punto que es imposible notar los remaches, y en que podemos ver hasta a cuatro clones interactuando entre sí, por cada brillo que tiene Orphan Black, viene también un sinfín de fallas, por desgracia.
La trama, que ya de por sí comienza siendo difícil, no hace más que rebuscarse y complicarse innecesariamente con cada temporada, volviéndose un dolor de cabeza, que aumenta mientras intentamos seguir y entender cada pequeño detalle que los guionistas se van inventando. Lagunas, incongruencias, pozos sin fondo y un final que se siente menos como un triunfo y más como una muerte necesaria, de una serie que muchos seguimos hasta el final, por lealtad y no por genuino interés.
El final no es feliz para todas las hermanas (que es como se llaman entre sí los clones). Es una eutanasia segura, que no corta la historia de golpe, como a veces pasa con las cancelaciones abruptas de series (Sense8, am I right?), pero queda abierta a la posibilidad de que, tal vez en el futuro, Maslany vuelva a sacar sus pelucas del armario y a regalarnos de nuevo la que no podría llamar sino la actuación de la década.
¿De dónde salieron estos clones? ¿Quién está detrás del experimento? ¿Cuál es el fin? ¿Quién de ellas es la original? ¿Cuántas hay ahí afuera? ¿En quién pueden confiar? ¿Quién o qué es lo que las está matando, una a una? Filosofía, ética, evolución humana, desarrollo, feminismo, familia. Las preguntas que Orphan Black plantea son tan vastas como los temas que aborda, tal vez no de la mejor manera, pero sin duda de una que, por las buenas o las malas, nos tuvo enganchados durante cinco años.
La serie, ya completa en Netflix, es una masterclass de actuación y montaje. Si no se clavan mucho con el guion y la historia en general, probablemente logren disfrutarla de principio a fin.