Producción: Ozark, Tercera Temporada
Año: 2020
Plataforma: Netflix
En 5 líneas esta temporada:
Se torna más lúgubre y desesperanzadora
Está reinada por el caos entre sus personajes
Se vuelve redundante
Sigue destacando por Julia Garner
Nos dejó en el camino
Alguna vez se escuchó por ahí que Ozark era el Breaking Bad de Netflix. Y yo estaría de acuerdo con esa aseveración si el calificativo de Netflix se usara para aludir a algo más chafa, o bien, copiado al carbón. Si bien la apología del crimen en la cultura popular es una discusión de horas si así se quisiera, vale la pena decir que Breaking Bad se trató del descenso de una persona en desventaja a anti-héroe, a villano y finalmente a condenado. Bajo la lógica básica de la creación literaria, al matrimonio Ozark no le queda otro camino más que la cárcel o la ejecución por parte del cártel al que tanto temen.
Pero no, recuerden que estamos en Netflix. Seguramente el final de la familia Ozark será bajo el cobijo del FBI, en un programa de testigos protegidos, mientras discuten en familia qué película ver el domingo o qué perrito comprarse, al que seguramente le pondrán buddy, mientras recuerdan entre risas a todas las personas que asesinaron por sus pésimas decisiones de vida.
Ozark se ha convertido en una experiencia donde estamos viendo a personas despreciables comportarse como si nada fuera de lo ordinario estuviera sucediendo, dejándonos con la duda en la cabeza de a quién se supone que debemos apoyar en todo esto. Es verdad que en la primera temporada el matrimonio Ozark estaba luchando por su familia, después de todo la decisión que ellos tomaron, la de entrar en contubernio con el crimen organizado a cambio de todo el dinero que iban a necesitar en una vida, es una que hoy en día hubiera tomado cualquier familia de la Unión Americana, en una sociedad cada vez más enferma con el materialismo pero apretada financieramente a su vez. Pero lo que vimos en la tercera temporada fueron decisiones activas e innecesarias para sumergirse aún más en el lodo del dinero y el poder. De esta forma, la motivación de los personajes con los cuales se supone debemos simpatizar son completamente reprochables. De ahí que todas las consecuencias que devienen de ellas no las podamos disfrutar más que si disfrutamos de la tragedia ajena. Entre todo resalta el caso de Jonah, a quien bajo ningún escenario se le ve otro futuro más que una profunda adicción a las drogas y un final ya sea por sobredosis o en una celda. O bien, ¿qué niño de doce años puede sobrevivir la locura en el seno familiar a la que lo han sometido los escritores durante estas tres temporadas? El final de temporada nos debe dar un indicio de la explotación del personaje que se nos viene en la cuarta temporada.
Regresando a la contraindicada comparación con Breaking Bad, la creación de Vince Gillian siempre manejó un tono caricaturesco entre sus personajes, bien acompañada y no revuelta con la tragedia que nunca se nos intentó pasar como el día a día de la familia norteamericana. El tono de Ozark es por demás lúgubre, hasta por el tinte que se le da a la imagen, lo que nos invita a pensar solo lo peor de la situación de la familia Ozark y los pobres diablos que han caído en su órbita. Lo mejor de la serie sigue siendo Julia Garner, quien es una gran actriz y a quien seguro le esperan cosas más altas en su carrera.
En lo que a nosotros respecta, esta ha sido la última temporada que seguimos la serie, ya que no encontramos exactamente cómo suma esta a un imaginario popular ávido de respuestas de entretenimiento, en un mundo que pareciera se desfonda día con día.