Producción: Ozark
Director: Bill Dubuque
Año: 2017
Plataforma: Netflix

 

En 5 líneas esta serie:

Es de drama

Tiene una premisa relevante a nuestros tiempos

Tiene buen elenco

Logra anclar al espectador con un par de giros oscuros

No es innovadora pero entretiene

 

  

 

Todos fantaseamos con la vida perfecta, dormir con sosiego, despertar por las mañanas con la certeza de que no hay nada de qué preocuparnos. Y, no nos engañemos, para muchos el dinero es el proveedor de esta añorada tranquilidad. Pero ¿realmente el dinero es la respuesta a todo? Se nos ha repetido hasta el cansancio que si trabajas duro, tarde o temprano, el éxito tocará a tu puerta. Con él, vendrán la felicidad —el destino prometido— y, con un poco de suerte, poder. Parece la combinación idónea para una vida perfecta, ¿no? Al menos así se nos ha dicho se ve el éxito y, por ende, la felicidad. Ozark rompe esta utopía con crudeza, demostrando que no sólo se trata de una mentira, sino de un común denominador en la infelicidad contemporánea; dimensión en la cual la frustración y el sentimiento de fracaso tienen un espacio especial, como compañeros en nuestra cama.

Marty Byrd (Jason Bateman) es un asesor financiero audaz, un hombre promedio que se enfrenta día a día con altas y bajas en su vida familiar, personal y laboral. Desde un principio es inevitable notar la miseria de Marty, insatisfecho con su vida mediocre, afligido de vivir al día con una lista considerable de deudas y, sobre todo, aterrado de no poder cuidar a su familia, proveyéndole la estabilidad que el dinero promete. Cansado de vivir con este peso sobre hombros, decide tomar una salida aparentemente fácil: ayudar a un cártel mexicano a lavar su dinero, lo cual no sería —en teoría— una tarea complicada para un hombre como él. Sin embargo, a lo largo del camino la situación se torna en su contra, poniendo su vida y la de su familia en riesgo. Marty no sólo pierde por completo la escasa tranquilidad con la que vivía; por el contrario, se expone a una situación que lo amenaza a cada paso.

Dejando a un lado por un momento los aspectos por los que debería uno ver o no la serie, quiero indagar en dos aristas circunstanciales del discurso. ¿Existe realmente el sueño americano? Lo que más recuerdo sobre esta producción es parte del discusro del personaje principal en la apertura del primer capítulo, en el cual sostiene que solo un 15 % de la población americana cuenta con ahorros suficientes para cubrir el primer año de su jubilación. Miles de personas alrededor del mundo tienen una imagen idílica de Estados Unidos, un país en el que todos los sueños se materializan. Pero ¿qué tan real es eso? Esta cifra no se acerca en absoluto al dulce sueño y, para hacer hincapié en esto, parecería que los creadores Bill Dubuque y Mark Williams decidieron introducir un personaje como un recordatorio de esta dolorosa realidad. (No especificaré de quién se trata, pero es imposible pasarlo por alto.)

Por igual, nos enfrentamos a una problemática existencial, ¿qué significa ser feliz?; ¿cómo podemos llegar a ser plenos en el sentido más amplio de la palabra? Para mí, esta idea absurda del éxito como la llave que te abre todas las puertas y, sobre todo, la de la felicidad no tiene sentido. Sólo hace falta mirar hacia las cifras de depresión actuales, relacionadas con esta falacia o con la frustración de nadar a contracorriente en un mar de deudas.

Definitivamente no estamos ante la serie del año, pero debo admitir que tiene un reparto de cinco estrellas, a pesar de que los personajes no destaquen por su originalidad. La producción tiene una proximidad casi cínica con Breaking Bad. Esto no significa que la producción sea mala, simplemente es algo que hemos visto con anterioridad. Lo más atractivo de esta serie, más que el drama a caudales, las armas o la violencia, recae en su premisa. Totalmente recomendable para un fin de semana sin planes, que pueda concluir con una necesaria introspección.

 

 

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