Producción: Peaky Blinders: Cuarta Temporada
Creador: Steven Knight
Año: 2017
Plataforma: Netflix
En 5 líneas esta temporada:
Continua con las clásicas desaventuras de la familia Shelby
Nos regala un homenaje al gángster más grande
Continúa con su tradición de un elenco invitado poderoso
Sigue haciendo bien lo que sabe hacer bien
No repara en lo que no se le da
La serie de gángsters con acento brummie llamada Peaky Blinders, regresó por una cuarta temporada con algunas sorpresas bajo la manga. Entre ellas otro gran actor de calibre como villano invitado: el otrora ganador del Oscar, Adrien Brody. Después de una descabellada tercera temporada, donde la locura de la aristocracia rusa en el exilio fungió como motor de la historia, en esta ocasión el turno es de un homenaje al gangster más grande de la pantalla: El Padrino.
Esta producción de la BBC siempre ha estado caracterizada más por su look, por su banda sonora y por algunos de sus protagónicos –empezando por el siempre cumplidor Cillian Murphy– que por su sólido guion. En muchas ocasiones los diálogos dan un poco de pena ajena, los giros inesperados se siente más a un deus ex machina y la apología del delito tiene rato que ya pasó los límites de la redención. Esta cuarta temporada es más de lo mismo. No obstante, aquellas partes diseñadas para apelar a nuestro adolescente interno, siguen funcionando bien y la serie a final de cuentas, entretiene.
Después de que en la tercera temporada los hermanos Shelby asesinaran a Vicente Changretta, jefe de una familia menor de la mafia italiana, en la cuarta temporada, su hijo Luca Changretta (Brody) le declara una vendetta a la familia Shelby. Ahora bien, el arco de este villano es similar al del Padrino de Pacino, cuando este regresa a Italia a vengar la muerte de su padre. En esta ocasión, Luca regresa desde Nueva York a Inglaterra a cobrar venganza. Pero ese no es el homenaje del que hablamos, es más bien la interpretación de Adrien Brody, la cual es una imitación directa de la vocalización de el Padrino de Brando. Da una mezcla de gusto y gracia escuchar a Brody recitar sus líneas en aquella voz rasposa de Micahel Corleone en sus últimos días, aunque el personaje más bien resulta el de un joven mafioso italiano que anacrónicamente vio la película de El Padrino y se regalo esta fachada, como una mezcla entre el Cara Cortada de 1932 y 1983. La infusión del gangsterismo americano aparta a la familia Shelby de intrigas de cuasiespías de temporadas pasadas y los acerca a los enfrentamientos directos que caracterizan el material que ahora intentan homenajear. La misma Pol en un dado momento le confiesa a su hijo Michael: «Esta liga nos queda grande».
Pero hay que darle chance a Pol, Peaky Blinders siempre ha sido un ejercicio frugal, que se disfruta al costo, pasando por alto tremendos baches y por momentos nos queda hasta de música de fondo. El personaje de Thomas Shelby sigue siendo aquella caricatura del macho alfa infalible, siempre suspirando sus frases para ensalzar sus tacos, pero siempre, de alguna manera, como si fuera un embrujo gitano, conquistándonos tan solo lo suficiente para esperar una temporada más.