Producción: Pirates of the Caribbean: Dead Men Tell no Tales
Director: Joachim Rønning, Espen Sandberg
Año: 2017
Plataforma: Cartelera

 

En 5 líneas esta película:

Es una secuela más en la interminable franquicia

Cumple en la comedia y las secuencias de acción

Tiene sendas lagunas en su trama

Tiene problemas de género

Es más de lo mismo, pero entretiene

 

 

 

Sobre la cubierta del Holandés Errante, el pequeño Henry Turner le prometió a su padre salvarlo de la maldición que lo aprisiona de la capitanía de la mítica embarcación. Diez años más adelante, Henry (Brenton Thwaites) ya no es aquél niño osado, es ahora un marinero atrevido que desafía la órdenes de un capitán de la flota de Su Majestad, y es acusado de alta traición. Su advertencia hubiese salvado a la tripulación y la nave del encuentro con la tripulación de la Silenciosa María, al mando del Capitán Salazar (Javier Bardem). El Capitán Salazar, quien, como ya sabemos, es el villano de esta película, perdona la vida de Henry Turner con la condición que cuente la historia y le pase un recado a Jack Sparrow (Johnny Depp): la muerte lo persigue.

En 1967, meses después de la muerte de Walt Disney, se inauguró en Disneyland, el parque ubicado en Anaheim, California, una atracción en forma de recorrido: Piratas del Caribe. Pronto se replicó en otros parques de la empresa del Mickey Mouse: contaba las aventuras de unos piratas y de cómo su motín por un tesoro azteca condenaría su alma al suplicio en vida convertidos en no-muertos. Esta trama se replicó en 2003 con el estreno de la película Piratas del Caribe: la Maldición del Perla Negra (Gore Verbinsky, 2003). Y de ahí vinieron tres secuelas, todas relacionadas con la atracción del parque y hasta con la canción de George Burns y Xavier Atencio con la que se sonoriza el recorrido, Yo Ho (A Pirate’s Life for Me).

La última entrega es una reivindicación de la saga a historias previas, en donde la acción y la comedia se sobreponen a la congruencia narrativa. Es interesante la caracterización de las mujeres del siglo XVIII y su relación con el mar, situación que se marcaba desde la primera cinta, aunque superficialmente. Puede resultar ofensivo para algunas personas esa verosimilitud histórica, como el ejemplo de un supuesto astrónomo, el cual tiene afuera de su domicilio una placa que indica que no pueden ingresar ni mujeres ni perros. Esta problemática es algo que se repasa constantemente en la trama en relación con el papel de las mujeres en la cinta, específicamente el conflicto entre ciencia y brujería que se personifica en Carina Smyth (Kaya Scodelario) y la bruja Shansa (Golshifteh Farahani); que empieza el debate.

Ciertamente no es material de análisis histórico ni mucho menos del conflicto de género, pero sí resulta una película divertida y muy graciosa a ratos; la comedia física de Depp, el tono sardónico y el lenguaje de corso de Barbossa (Geofrey Rush) hacen amenas las ya de por sí irreales situaciones en las que conviven los personajes (en muchas ocasiones francamente sacadas de la manga). Las coreografías y persecuciones siguen siendo de primera calidad. Sin embargo ese flagrante error de la resolución de situaciones le resta un poco de credibilidad.

Divertida sería la palabra, pues, finalmente ¿a quién no le gusta la divertida e irresponsable vida de pirata? Si no, hay que preguntarle a los piratas que raptaron digitalmente la cinta.

 

 

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