Qué belleza cuando llegan al cine esas películas que requiere nuestra presencia en sala dos o tres veces. Este fenómeno ocurre pocas veces al año. Para muchos cinéfilos, Blade Runner 2049 (Villeneuve, 2017) es una de esas películas. Definitivamente lo es para mi. La primera vez quedé anonadado con su poder audiovisual y con algunas de sus viñetas de ciencia ficción, tal como el threesome entre dos entes artificiales y uno orgánico, y ese examen de estrés postraumático al mejor estilo de un George Lucas setentero. Pero, aún y cuando la película ha sido aclamada por la mayoría, existen voces que expresaron dudas respecto a la secuela. Por mi parte, yo no quería dar mi veredicto sin al menos haberla visto una vez más. Ahora estoy listo para ese veredicto: la película es espectacularmente sólida, excepto por algunos pequeños grandes detalles que a continuación quiero compartir.

 

La Memoria del Agente K

En Blade Runner (Scott, 1982), uno de los tratados de la historia es que los replicantes se tornaban consientes de sí mismos a través del miedo. Este es un ángulo interesante en el debate de la inteligencia artificial y un distintivo que combina a la perfección con el género noir. En la versión de Villeneuve, la memoria toma este lugar. Parafraseando al personaje Ana Stelline, al brindarle de memorias a los replicantes se les ayuda a evocar mejor aquellos sentimiento humanos. Los implantes de memoria parecen ser un mecanismo de control para los replicantes, el cual si se junta con el sistema de acompañamiento doméstico (Santiago dixit), Joi, recrean una burbuja de confort para que estos no aspiren a más humanidad de la que ya de por sí muchos entres orgánicos disfrutan.

Una memoria en específico –de la misma Stelline– implantada en el Agente K, es lo que empuja la historia de la secuela, y aquí es dónde está el problema: el personaje de Ryan Gosling llega hasta Saper Morton y su granja de gusanos gracias a un reporte anónimo, instancia que podemos ver en el corto Blade Runner 2048: Nowhere to Run. Entonces, la chispa de la historia está basada en DOS tremendas coincidencias: la primera, que la memoria reveladora de Ana Stelline –la mesías replicante– haya quedado impregnada en nada más y nada menos que un blade runner; y la segunda, que este blade runner haya sido asignado al caso de Saper Morton.

Tan fácil que era iniciar la historia con un suceso donde esta misma memoria es la que lleva al Agente K a la granja de Saper Morton, y por ende dicha memoria es lo que desataría una serie de eventos que reuniría a Rick Deckard con su hija.

 

La Derivación de Blade Runner 2049

Blade Runner impone dentro del mundo de la ciencia ficción. Es para muchos la segunda mejor película en la historia del género y una que desató subgéneros, homenajes y referencias. Es por ello que cuesta asociarla con el concepto de obra derivada, o dicho coloquialmente: refrito. Hay varias instancias dentro de la secuela que nos hacer recordar a obras recientes y otras no tan recientes. Quizá ninguna tan obscena como la del romance entre Joi el holograma, el personaje de Mackenzie Davies y el Agente K. Esta escena la vimos por primera vez en Her (Jonze, 2013).

El contexto aquí es que estamos en pleno 2017, treinta y cinco años después de que Blade Runner lanzara el género de la ciencia ficción en un nuevo apogeo. Del clásico de Ridley Scott podemos trazar una línea recta al manga Ghost in the Shell y de ahí escribir la Biblia del debate sobre la inteligencia artificial en la cultura popular. Obras como The Matrix (Wachoswkis, 1998), Her y Ex Machina (Garland, 2015) vienen detrás de la estela de Blade Runner. Pero ninguna de estas se entienden derivadas del clásico, se entienden emanadas de este.

Como secuela del clásico, la cinta hereda de primera mano muchos de los conceptos que por primera vez se esbozaron en 1982. Pero más allá de un derecho de prima nocte proverbial que tenga esta franquicia, Blade Runner 2049 llega a un teatro exageradamente atestado y con debates consolidados. En la ciencia ficción del 2017 es difícil no ser obra derivada. La escena en cuestión es espectacular y mueve la historia, y de hecho es una mejora a su material fuente. Seguramente Villeneuve consideró todo esto a la hora de incluirla en su película, y su decisión es algo con lo que tendrá que vivir o morir.

 

La Gran Incógnita

No considero que a Blade Runner 2049 le haga falta profundidad, simple y sencillamente es que su ámbito ya no se caracteriza por profundo, sino por extenso y normalizado (véase párrafo anterior). Tampoco creo que se nos de todo digerido, de hecho tuve que verla un par de veces para agarrarla bien, y puedo decir que la disfruto mejor ahora. Por otro lado, el twist alrededor del Agente K pudo haber sido una gran decepción, pero considero se manejó bien, sin querer ser un momento «I am your father». No obstante, este guion sí tiene una gran carencia respecto a su predecesor.

Quizá uno de los elementos más duraderos de Blade Runner es el enigma alrededor de Deckard y si este es o no un replicante. Este debate es respetado a cabalidad por Villeneuve, en una muestra de responsabilidad con la secuela de un clásico (y nos transfiere la pregunta a un perro). A pesar de que la interrogante no se resuelve, la secuela no hace el intento por abrir este tipo de preguntas conceptuales. Sí quedan elementos de la historia abiertos, pero van más en relación a la narrativa que a los enigmas de este universo que nos hechizan y que trascienden la fórmula de la película.

Villeneuve no es un extraño respecto a este tipo de recursos, pero volviendo al tema de las responsabilidades, es extremadamente difícil planear la trascendencia; el riesgo es muy alto. La función de una secuela no es duplicar, sino expandir; no es arrancar, sino acelerar. No hay que pedirle a una lo que es de la otra. Y ahí es donde la mayoría se detiene a la hora de elevar esta película apresuradamente: es un replicante, no merece ver a los ojos a su original.

 

Bonus:

 

Se Vendió la Patria

No sabemos qué tuvo que pasar para que esta secuela se filmara. Hay algo sospechoso detrás de las intenciones de Ridley Scott, a quien le gustan los blockbusters y las franquicias. Algo está claro: en esta iteración se plantó la semilla para una tercera vuelta. La película ha tenido mala recepción en taquilla, lo que pone en duda el desarrollo de más secuelas, aunque por otro lado pone en jaque la calidad cinematográfica de la franquicia, la cual podría diluirse para atraer al público en general. Entre que son peras o son manzanas, la escena donde se abre esta posibilidad da pena ajena, y la hemos visto en pantalla mil quinientas veces a través de todos los géneros menos el de la comedia romántica.

 

   

 

por ser secuela de Blade Runner… y

 

    

 

si no fuera secuela de Blade Runner.

 

 

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