Carlos SolísProducción: Ready Player One
Dirección: Steven Spielberg
Año: 2018
Plataforma: Cartelera
En 5 líneas este documental:
Es un homenaje a los videojuegos
Retoma muchos conceptos de la cultura popular
Nos regala música ochentera de soundtrack
Regresa al tío Spirlberg a sus raíces
Tiene un público evidentemente delimitado
La novela de Ernest Cline (Fanboys, 2008), del mismo nombre de la cinta en cuestión, es un ejercicio de repaso de la historia de los videojuegos, industria que tiene un registro histórico de al menos treinta años. Parece poco en comparación con otros avances tecnológicos, pero tal ha sido su evolución que pasó de ser un aspecto de la tecnología a una comunidad por derecho propio.
En la historia, Wade Watts (Tye Sheridan) vive en una versión distópica de Columbus, Ohio, en el año 2045, en el que uno de los recursos más importantes del mundo es un videojuego que ha adquirido proporciones absolutas: no hay nada que no puedas hacer, ver y experimentar en el OASIS; claro, dentro de los límites que la realidad virtual puede ofrecer. Wade, o ParZival, su avatar o su persona virtual, es uno de aquellos usuarios que vive adictivamente más en el OASIS que en su realidad. El creador de OASIS, James Hallyday (Mark Rylance) murió cinco años atrás. Como gamer que fue, creó un juego dentro de un juego: la búsqueda del huevo de pascua de Hallyday, y aquel que lo encuentre se hará acreedor a una pequeña fortuna de miles de millones de dólares, pero como él dice “no es que el premio esté escondido debajo de una piedra”, hay que encontrar tres llaves y para eso hay que conocer la mente del creador y sus referencias culturales y tecnológicas. En este mundo donde caben miles de mundos, aquellos que persiguen el desafío del huevo de Hallyday son llamados gunters (del inglés egg, huevo, y hunter, cazador) ParZival es uno de esos millones de cazadores, pero la competencia no es solo entre estos aventureros digitales, la corporación más grande del mundo y proveedor de internet en el planeta, también ha entrado a la competencia con su ejército de avatares llamados vulgarmente sixers, liderados por Nolan Sorrento (Ben Mendelsohn). Este ejército corporativo echará mano de todos los recursos a su haber para ganar el concurso. Wade tendrá todo en su contra, pero como todo videojuego, se empieza sin nada más que su vida (in-game) y su astucia, ¡que comience el juego!
El acierto del guión es tratar de desmarcarse lo más posible del libro sin perder los conflictos. Ahora, su punto débil es este ímpetu por contar una historia construida con referencias de la cultura popular/videojuegos, esto se convierte una constante caza de referencias o easter eggs/huevos de pascua y puede resultar frustrante para muchos que no entiendan el contexto. La historia tiene un ritmo dispar y junto con la narracion en off le hacen un daño considerable a la historia, aunque Spielberg logra balancear tono e intención y es capaz de sacarla a flote.
Un detalle más furtivo es la crítica del estado actual de la industria de los videojuegos y las constantes iniciativas por lucrar a partir de los usuarios de estas plataformas. Prácticas que desvirtúan la experiencia de los videojuegos y la convierten en un servicio al cual solo los que puedan desembolsar tienen acceso al juego completo. El cyberpunk está presente.
Dato ñoño inútil (o no tanto): en la novela de Cline, Spielberg es mencionado seis veces, directa e indirectamente, antes de llegar al primer tercio del libro. Hablando del director, es apreciable el regreso a su vena aventurera. No es la rigurosidad y tensión de The Post (2017), es más cercano a Los Cazadores del Arca Perdida (1981), mezclado con el futurismo velado de Sentencia Previa (2003). atascando el encuadre con todo lo geek posible, desde un Gundam hasta el Master Chief de Halo pasando por Tracer de Overwatch, mientras es musicalizado por Duran-Duran. Finalmente Spielberg salió del closet nerd y no tiene un empacho en admitirlo, es más, parece que fuera feliz haciéndolo e invita a todo mundo a hacerlo.