Producción: Huachicolero
Dirección: Edgar Nito
Año: 2019
Plataforma: Festival Mórbido
En 5 líneas esta película:
Es una mezcla de coming-of-age, realismo social y drama criminal
Fue pensada antes de que la problemática se popularizara
Retrata las condiciones de un sistema fallido
La actuación de su inexperto protagonista es destacable
Es la opera prima del director
Hace no mucho tiempo la palabra huachicolero todavía no era un término tan familiar para mucha gente (me incluyo). De unos años para acá y con la liberación de los precios de la gasolina, el término se popularizó. Y, para bien y mal, una película que lleva por nombre, precisamente, Huachicolero, pareciese un oportunista intento de aprovechar la situación del país. Lo cierto es que la opera prima del guanajuatense Edgar Nito se ideó y desarrolló durante los inicios del auge del problema, cuando aún era una problemática exclusiva, por así decirlo, de ciertas localidades del país. Y, en alguna de ellas, la historia de Nito se lleva a cabo.
Lalo (Eduardo Banda) es un humilde muchachito de secundaria que vive con su madre. Cuando no está en la escuela el adolescente se dedica a vender gasolina en su triciclo a los habitantes del pueblo. Su distribuidor es un protector y humilde viejo, Don Gil (fantástico Fernando Becerril), quien para Lalo funge casi como una figura familiar, una especie de abuelo. A Lalo le importa poco de dónde Don Gil consigue la gasolina, de hecho, al parecer ni siquiera se da cuenta –ni le importa– si lo que hace es ilegal. Hay una curiosa normalización en todo esto. Lalo es solo un jovencito tratando de ganar algunos pesos para él y su madre.
Hay dos factores que alteran la cotidianidad de Lalo: El hermano de su madre está enfermo y en su escuela hay una niña que lo trae cacheteando la banqueta. La principal característica de nuestro protagonista es la inocencia, no hay un ápice de malicia en Lalo; vemos en él ternura y responsabilidad. Al igual que desconoce la ilegalidad de su trabajo, también parece desconocer las normas sociales de, por ejemplo, cómo conquistar a una chica. Un día, sin más, decide declarársele a Anita (Regina Reynoso), la niña en cuestión, la respuesta que recibe son risas por parte de las amigas y consejos para ligar dignos de niñas de secundaria: “le tienes que regalar algo… como un iPhone”.
Para la mala fortuna de Lalo, entre unos chicos un poco mayores, con motos Italika, quienes pretenden a Anita y sus amigas, se encuentra Rulo (Pedro Joaquín), pretendiente principal del amor de Anita. Lalo se lo toma en serio y le echa más ganas a su chamba con el fin de juntar para el mendigo iPhone. Sin embargo, su madre toma el dinero ahorrado para ayudar al tío enfermo. Lalo, en un acto desesperado, acude a los proveedores principales de gasolina a través de Rulo, los verdaderos huachicoleros.
La película se desarrolla por diferentes vertientes temáticas. Tenemos, por un lado, tintes de coming-of-age al presenciar un abrupto crecimiento y perdida de inocencia en el personaje principal cuando los criminales-roba-gasolina lo introducen a sus primeros encuentros con las bebidas alcohólicas, pláticas misóginas y obscenas, la desnudez femenina y, más que nada, a entender ahora sí la ilegalidad se sus actos.
Por otro lado, tenemos un realismo social que incluye un maquillado discurso por parte de Mariano (Pascacio López), primo de Rulo y un experimentado huachicolero con mayores conexiones en el mundo criminal, en el cual se le explica a Lalo que la actividad de robar gasolina es ilegal porque el gobierno es corrupto y “quiere quedarse con todo el pastel”, justificando sus acciones a manera de Robin Hood. En estas palabras hay un dejo de realidad que refleja una percepción colectiva de pesimismo y desesperanza a un sistema, efectivamente, fallido, el cual se convierte en un círculo vicioso de problemas donde las principales oportunidades en una región inundada de pobreza se encuentran en la ilegalidad y ofrecidas por el crimen organizado.
Prueba de ello, es el dueño de unas tierras por las que pasan ductos, quien recibe su tajada por dejar excavar a los criminales. Al igual que un comandante de la policía (Leonardo Alonso) que cobra por ignorar los cadáveres que deja la lucha por los pozos de gasolina. Es aquí donde la cinta se acerca a un drama criminal con tensas y bien planeadas secuencias que muestran el robo de combustible y los métodos utilizados para defender el territorio de otros grupos criminales.
Huachicolero es un gran comienzo para Nito, quien no se reduce a una simplista denuncia social. Es una cinta que en mayor y menor medida representa un lugar donde las vidas se echan a perder cuando en vez de la manzana del Edén, Anita te pide un iPhone.