Producción: Aquí sigo
Director: Lorenzo Hagerman
Año: 2017
Plataforma: Cartelera

 

En 5 líneas este documental:

Retrata la vida de los adultos mayores

Es una buena propuesta audiovisual

Tiene buen material fuente

Le faltó una postura crítica a la situación de los adultos mayores

Requiere un poco de paciencia

 

  

 

Una de las preocupaciones que constantemente quitan el sueño a este humilde golpeateclas es envejecer, y no precisamente por vanidad. Es preocupante todo lo relacionado con la condición de vida que tendrá nuestra generación cuando lleguemos a esa edad y tengamos que depender de otras personas, de una pensión raquítica, un sistema de salud nacional deficiente en términos geriátricos y el poco respeto que tienen las generaciones más recientes por los abuelitos. Si eso pasa hoy, no quiero pensar qué va a acontecer para los que vamos para allá. Hubiera sido importante retratar ese tipo de situaciones en el emotivo documental de Lorenzo Hagerman, Aquí Sigo.

Por definición las zonas azules son regiones donde habitan personas muy longevas, de ochenta y cinco años en adelante. Y si bien el director especificó que así encontró el tema, en realidad su investigación estuvo basada en un trabajo hecho por la Universidad de Harvard, que llevó alrededor de ochenta años realizar, el Proyecto Longevidad, así como otras fuentes.

La cinta no revisa el fenómeno de las zonas azules, solo las ocupa como referente, pues la esencia del filme es más humana. El documental aborda la vida de varios nonagenarios que viven en Canadá, Costa Rica, México, Japón, Cataluña e Italia. Su hilo conductor, a ratos interrumpido por abuelitos o personajes corales –como los define Hagerman–, se basa en el día a día de estos personajes. ¿Qué los hace seguir un día a la vez? Como por ejemplo, una señora de Okinawa, que dice que uno come lo que tiene y para matar el tiempo, que según ella es amplio, hay que cantar y aprovecharlo. O el señor italiano, Piero, quien después de noventa y dos años aún considera que el día más importante de su vida fue cuando le dieron la noticia de la muerte de su madre.

Si bien la razón de que existiera esta cinta no es la receta de la existencia perfecta, es tratar de contar con imágenes el ocaso de la vida de los humanos, en personas que parece que los años no han hecho mella, y tratar de comprender qué es lo que mantiene viva a una persona que se acerca a los cien años.

La sección técnica es muy llamativa, los cinefotógrafos que saltan a la silla de dirección usualmente no dejan este apartado, mantienen su labor y buscan cuadros que sean visualmente atractivos y esta no es la excepción: Hagerman logra encontrar situaciones, paneos, planos generales y retratos sobrios pero increíblemente bien expuestos. Para completar el binomio el diseño de audio es también sobrio, aún más sencillo que la fotografía pero el éxito es la congruencia que logra con la imagen.

Puedo decir que es un tema interesante, pero la puesta en escena es lenta y puede resultar tedioso. A la historia le hace falta dinamismo, elemento complejo de conseguir en una historia de senectud. Y también le faltó, esto a título personal, realizar una aproximación crítica sobre la situación de las personas mayores. Finalmente (y ya veo la arena fluir), las citas o quotes, como en este caso para la promoción de la película –y sobre todo de Alejandro González Iñárritu– no son el mejor referente para ir a verla; no sé, a lo mejor me hace falta aprender más de marketing que de cine.

En resumidas cuentas  el documental debe verse más por apoyar la producción nacional de documentales que por otro detalle, y de paso llevarse una historia bonita a la casa.

 

 

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