Ivan Elvira ReyesProducción: Roman J. Israel, Esq.: Un Hombre con Principios
Dirección: DAN GILROY
Año: 2017
Palataforma: Cartelera
En 5 líneas esta película:
Es de drama
Se sostiene gracias a Denzel Washington
Decae en su ritmo por momentos
Tiene características interesantes en algunos de los personajes
Pareciera ser hecha sólo para la interpretación de su protagonista
Después de su opera prima, Primicia Mortal (2014), Dan Gilroy se posicionó como un director para seguirle la pista. Aquel magnífico debut sobre un ladrón convertido en periodista nos hizo esperar con ansías su siguiente filme. Tuvieron que pasar cuatro años para que llegara Roman J. Israel, Esq., la cual –por lo menos en papel– también pretende abordar la moralidad de una profesión desde la perspectiva de un peculiar personaje.
El Roman J. Israel de título (Denzel Washington) es un abogado que ha pasado la mayor parte de su carrera –y vida– encerrado en una oficina como socio de un bufete que pelea por los derechos civiles. Es un trabajo dividido en dos: Roman analiza los casos e intenta encontrarles un enfoque, mientras su socio es quien asiste a los tribunales a litigar. Al parecer, un acuerdo mutuo considerando las nulas habilidades sociales de Roman. Repentinamente, el socio muere, pero no sin antes haber dejado encargado el changarro, no a Roman, sino al joven abogado George Pierce (Colin Farrell) para que liquide todos los casos y eventualmente cierre el bufete. Pierce, al ver el talento de Israel, y que éste va a quedar a la deriva, le ofrece trabajo en su bufete, después de cierta renuencia (forzada) por parte de Roman (más para dejar en claro los principios del protagonista), este acepta, por lo que tendrá que afrontar la verdadera vida de un abogado. El problema es que todos los años que pasó encerrado en la oficina de su antiguo negocio le cobran factura: su ropa, costumbres e ideales parecen haberse quedado estancados en los setenta.
A diferencia de Primicia Mortal, el protagonista de Roman J. Israel, Esq. ejerce su labor sin malicia; todo lo contrario, es de esas personas que cree que la justicia puede ser más importantes que la ley. Nuestro antihéroe es un individuo, quien a pesar de su edad y enorme conocimiento, no tiene la suficiente experiencia en tribunales para saber que la profesión de las leyes se maneja diferente. Una premisa interesante, sin embargo, la nueva película de Gilroy resulta una experiencia alejada de aquella opera prima. Pareciera que Gilroy quería abordar demasiadas cosas y al final no se decidió por ninguna. En un principio creemos que estamos ante ese personaje de genio incomprendido capaz de obtener lo justo sin importar los medios. Después la película se centra en los conflictos internos del protagonista y la abogacía queda en segundo plano, casi como un mero McGuffin para desarrollar el principal giro de la historia: cuando su primer caso sale mal y Roman opta por una decisión poco ética, lo cual nos hace pensar después que estamos ante un thriller, pero no, tampoco, en realidad el cambio en el personaje sólo sirve para reivindicarlo predeciblemente y obtener un final dramático. Todo Esto sin mencionar que todo se desarrolla en un lapso de tres semanas, lo que hasta cierto punto es un poco inverosímil, porque por ahí también hay una especie de arco amoroso con Carmen Ejogo, quien interpreta a una activista social, que de igual manera sólo está ahí para mostrar el lado admirable del protagonista. Así como un maletín que alberga un enorme caso en el que Roman ha estado trabajando por años pero nada más se menciona en unas cuantas ocasiones y sólo añade al predecible efecto dramático.
Pero no todo es reprochable en Roman J. Israel, Esq., hay algunas cosas sobresalientes, como ciertas características en el personaje de Colin Farrell y la representación del personaje principal como un outsider anacrónico, por supuesto, alimentado por la gran actuación de Denzel Washington. Aunque viendo la perspectiva general, pareciera que esa era la principal intención: una película hecha para el lucimiento de su protagonista.