En noviembre de 2016, el periódico británico The Guardian publicó un artículo en el cual Adam Curtis, el prestigiado investigador y comentarista, autor de series y documentales como El siglo del yo, El poder de las pesadillas e HiperNormalización, elogió a los creadores de South Park, Matt Stone y Trey Parker, por su capacidad para explicar y criticar al mundo actual: “En estos días encuentro el mejor reportaje documental en cosas que realmente no se clasifican como documentales. […] En ellas, se trata de retratar el mundo real, pero de una manera sorprendente e imaginativa. […] El verdadero genio es South Park. […] En su corazón, South Park tiene una fe conmovedora en los seres humanos, ya que, a pesar de sus absurdos y defectos, la gente tiene la capacidad de crear un mundo mejor.” Si bien el comentario de Curtis no podía haberse hecho durante mejor coyuntura —una en la que la propaganda ha relativizado y diluido la realidad y puesto la solidaridad en entredicho—, a principios de febrero de 2017, el canal ABC de Australia transmitió una entrevista en la que Stone y Parker declararon haber abandonado su guerra humorística contra Donald Trump.

A aquellos que, como Curtis, reconocemos en esta serie una voz auténtica, lúcida e irreverente, su capitulación obliga a una revisión de las causas, así como a preguntarnos sobre el futuro que le espera a la sátira política y a la provocación. Según Parker, personajes como Trump “salen a hacer comedia ellos mismos, algo de lo que uno no puede burlarse.” El sarcasmo, sugiere, no tiene efecto si su objeto (y destinatario) es característicamente anti-intelectual, hiperbólico, delirante y transgresor. Alguien que, como Trump, ha luchado en las arenas de la World Wrestling Entertainment y ha convertido a su ser más íntimo en un caprichoso juego de máscaras y cabelleras, parecería ser inmune a las inteligentes estocadas de los creadores de South Park.

Cabe preguntarse, entonces, si esta capitulación no significa también el fin de la serie. Después de dedicar su vigésima temporada a presentarnos su perspectiva respecto a las elecciones presidenciales en los Estados Unidos, con particular énfasis en los excesos y absurdos en torno a la figura de Trump, parece que en el fondo de la derrota de Stone y Parker se encuentra el agotamiento. Pero el cansancio les llega después de producir diez capítulos dedicados, en gran parte, a criticar a este estrambótico personaje y a la sociedad que lo creó. Entonces, más que de un fracaso, se trata de una partida dejada a merced del polvo y el olvido. Así como sucedió con la censura a su burla sobre la censura a las imágenes del profeta Mahoma, lo más probable es que South Park simplemente se aboque a pelear distintas batallas.

Llama la atención que la fatiga de Stone y Parker se manifieste en un momento contrastante. Uno de los frentes más prolíficos en la producción de cuestionamientos a las faltas del presidente estadounidense ha sido, justamente, el de los imitadores cómicos más literales. Es difícil pensar en un programa de late night que hoy en día excluya la calca mordaz de Trump. ¿Será que para combatir a una estrella de reality se necesite volver a la pueril estrategia del remedo? Como la reacción de Trump en Twitter contra su imitador Alec Baldwin demostró, parece ser más fácil herir al bully con un reflejo de sus lados más ridículos que con tesis, sarcasmo, alegoría e ironía.

 

 

 

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