Producción: Star wars: The Last Jedi
Director: Rian Johnson
Año: 2017
Plataforma: Cartelera comercial

 

En cinco líneas esta película:

Busca abrir brecha con nuevos personajes

Está bien lograda técnicamente

Tiene fan service pero no tan efectivo

Es un reboot velado de la saga

No es una película autónoma dentro de la trilogía

 

 

 

Dicen que Hernán Cortés, previo a la toma de Tenochtitlán, quemó sus naves; hay otras hipótesis que dice que no las quemó sino que las desarmó y, con los restos, asedió exitosamente la ciudad Azteca. En todo caso la frase aplica para definir el concepto de deshacer todo lo hecho y hacer algo nuevo con lo que queda. Esa es la sensación con la que me he quedado al término de Los Últimos Jedi.

Atrás han quedado los días en que La Guerra de las Galaxias resultaba un evento. La emoción transmitida por la ópera de ciencia ficción y las aventuras de la familia Skywalker se ha quedado muy guardada bajo una manta, que busca olvidar todo lo que pasó antes de que la más grande compañía de entretenimiento tomara la dirección de una de las obras cinematográficas más importantes de nuestros tiempos.

Da la impresión que buscan hacer tabla rasa con el pasado –como lo dijo alguna vez Jean Chesnaux– para crear nuevos cuadros o nuevos personajes en lo que parece más un plan de negocios que una narración. Atención: habrá spoilers que desafortunadamente tienen que ser mencionados y criticados: la intención no es arruinar la trama.

Rey (Daysi Riddley) ha llegado con el último maestro Jedi que queda en la galaxia, Luke Skywalker (Mark Hamill) para pedir su ayuda, pues la Rebelión está arrinconada por la Primera Orden, que ha desplegando todo su poder armamentístico, lidereada por un Kylo Ren (Adam Driver) confundido. Ante el adverso escenario, un Skywalker reticente no desea continuar la senda de la fuerza sino todo lo contrario, planea morir y acabar con una tradición milenaria de Jedis. Rey moverá planetas con tal de cumplir la misión de llevar de regreso a Luke, conferida por la comandante Leia Organa (Carrie Fisher), quien tiene que llenar las filas de los oficiales caídos en una Resistencia que es eficaz defendiéndose pero que se ha ido diezmando pese a contar con combatientes excepcionales, como Poe Dameron (Oscar Isaac), quien solo ve oportunidades para explotar cosas y no es capaz de ver dos jugadas hacia adelante.

Es destacable que la película tiene una manufactura de primera calidad en los ámbitos técnicos (afortunadamente John Williams sigue haciendo el score). Las actuaciones son precisas y sí, tiene elementos para ser uno de las mejores episodios…. pero para las nuevas generaciones.

Alguien que considere que El Imperio Contraataca (Irvin Kershner, 1980) es la mejor entrega de la saga no puede ver con buenos ojos [¡spoilers adelante!] la aparición de Yoda, que con simpleza le explica a su aprendiz Skywalker que quemar las naves es la solución. Aquel alumno que inició toda una épica tiene, en esta cinta, una lastimera redención, muy por debajo de lo que merece, como un subterfugio que se presta más para un debate de convenciones que para una verdadera resolución. En resumidas cuentas, es justificar el soslayo a uno de los personajes que inspiró a toda una generación.

Hay demasiados momentos emotivos que a los verdaderos seguidores les arrancará lágrimas, es cierto, pero en el fondo, el resultado es muy doloroso: hacer que La Guerra de las Galaxias y su mentado universo sean incomprensibles. La cinta ha perdido su cualidad de obra narrativa autónoma, regla básica de cualquier historia. Por lo que respecta al autor de estas dolidas palabras, y en calidad de seguidor de La Guerra de las Galaxias, no volveré a pisar una sala de cine para ver una entrega nueva de la saga, ni volveré a usar la playera con las icónicas letras Star Wars. En Los Últimos Jedi hay demasiado desprecio hacia lo viejo para dar paso a lo nuevo. Y este humilde golpeateclas no quiere quemar sus naves del respeto a lo que significa esta saga en la historia del cine de ciencia ficción.

 

 

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