Producción: Sully
Director: Clint Eastwood
Año: 2016
Plataforma: Cartelera
En 5 líneas esta película:
Está basada en un hecho de la vida real
Es efectiva en su narrativa
Tiene toda la estampa de su director
Se puede sentir etnocentrista
Es unidimensional y repetitiva
El 15 de enero de 2009, el vuelo 1549 de US Airways con destino a Seattle, previa escala en Charlotte, Carolina del Norte, acuatizó en las aguas del Río Hudson debido al choque con una parvada que afectó gravemente el fuselaje y los motores, minutos después de despegar del aeropuerto LaGuardia en Nueva York. A pesar del enorme riesgo que implicaba realizar semejante maniobra, todos los pasajeros y tripulantes fueron rescatados; la maniobra es considerada el acuatizaje más exitoso en la historia de la aeronáutica.
Siete años después, Clint Eastwood presenta una revisión de los hechos de aquella mañana de invierno y las consecuencias inmediatas sobre la tripulación, especialmente el piloto Chesley Sullenberger, “Sully”. El piloto, principal responsable de la maniobra y figura controvertida durante los días posteriores a la hazaña, fue ensalzado como héroe por parte de la ciudadanía, mientras que los medios y la agencia de seguros cuestionaban su decisión durante el proceso investigador posterior.
Clint es un hombre anacrónico, su carácter se mueve en dirección contraria al ritmo de los tiempos que corren; desde sus andanzas solitarias en el medio oeste, donde los pioneros buscaban un lugar de asentamiento, el hombre sin nombre decidió cabalgar los infinitos desiertos de Sergio Leone sin un destino definitivo, no por rebeldía o tormento personal, a la usanza de John Wayne, sino como parte de un destino solemne trazado de forma cuasi mística. Sully bebe de ese mismo estoicismo, ajeno al incandescente protagonismo de los héroes (y antihéroes) contemporáneos, reflejos de una época histérica, narcisista e hiperestimulada.
La narrativa clásica de Eastwood dicta un estilo directo y puntual, ajeno a cualquier efecticismo narrativo, no se diga visual. Los puntos que se ponen en la mesa son firmes y se repiten a lo largo de un metraje de apenas mayor a los 90 minutos, tiempo suficiente para plasmar una atmósfera de cooperación y unión entre la población cercana a los hechos, factor clave para que el destino del flemático héroe sea alcanzado con éxito, en un entorno con cicatrices tan marcadas por el terrorismo aéreo como lo es Nueva York.
Es pues en esencia, una sencilla carta de aliento para el ciudadano estadounidense, en medio de tiempos tan agitados por el terrorismo, políticas exteriores y guerras electorales intestinas que provocan que el ciudadano del país vecino ponga el grito en el cielo. Sus intenciones son comprensibles y el respeto estricto a los hechos y personas involucradas es loable, pero es tan enfocado el amor de Clint hacia sus preciados compatriotas y tan rígido su relato, que el impacto emocional no produce mayor repercusión para el espectador fuera del contexto social de la película, dejando una fría sensación de potencial no alcanzado, tal vez injusta, pero real a fin de cuentas. Probablemente no sea un problema de Clint, sino un síntoma de los tiempos.