Producción: Tamara y la Catarina
Dirección: Lucía Carreras
Año: 2018
Plataforma: Talento Emergente Cineteca Nacional

 

En 5 líneas esta película:

Es de drama buena vibra

Tiene un elemento de denuncia social

Nos regala una historia sobre la amistad y la empatía

Es una postal agridulce de la Ciudad de México

Es de belleza interna

 

   

 

Las grandes urbes son escenarios monstruosos, espectaculares, caleidoscópicos y hasta caóticos. Es muy fácil perderse en el mosaico cotidiano de un lugar como la Ciudad de México o el área metropolitana, entre el tráfico, el gentío y la rapidez con lo que todo ocurre frente a nuestros ojos.

Entre sus paisajes grises se esconden historias y personajes de antología, muchas de ellas olvidadas por la indiferencia o en el peor de los casos, silenciadas deliberadamente por el rechazo de lo que es diferente. Tamara y la Catarina (2016) de Lucía Carreras devela una de esas historias.

La cineasta es responsable de Nos Vemos Papá (2011) y La Casa Más Grande del Mundo (2015), así como guionista de La Jaula de Oro (2013), mientras que su más reciente obra tuvo su estreno en diversos festivales del planeta como el Toronto International Film Festival, Lucca Film Festival, en Italia, Hong Kong International Film Festival y Los Cabos Film Festival.

Ahora llega a Ciudad de México gracias a la muestra de Talento Emergente de la Cineteca Nacional.

La historia nos presenta a Tamara, una mujer de cuarenta y tantos años, que vive al cuidado de su hermano debido a su discapacidad mental. Un día, sin saberlo, se queda sola y en su rutina se encuentra con una bebé a quien llama Catarina. Decide adoptarla y llevarla a casa, pero la doñita del puesto de quesadillas del barrio descubre su secreto y decide ayudarla antes de que se meta en problemas. A partir de ahí se desenvuelve una historia marcada por la desigualdad y al mismo tiempo, la empatía. Por un lado, Tamara decide ayudar a un pequeña a quien vio desprotegida y por el otro, Doña Meche, una mujer mayor sin familiares cercanos, decide ayudar a una mujer con una discapacidad.

Tres personajes vulnerables e invisibles frente a la disparidad social, la corrupción y otros males de la sociedad mexicana que ven con desdén a las personas mayores, los menores, las personas con discapacidad y claro, las mujeres, en un marco de violencias estructurales donde es mejor hacer la vista gorda y voltear para el otro lado.

En la película, Carreras maneja una paleta de colores gris, pero también una biblioteca de sonidos y postales que sin dudas remiten al largo camino que las personas de la periferia de la ciudad viven día con día para llegar al centro, sea por la ubicación de su trabajo o porque ahí se encuentra gran parte de la vida capitalina. No obstante, Tamara y la Catarina resalta no por ser una película de panfleto y de denuncia, porque, aunque sí señala una serie de problemas, su arco principal es contar al mundo desde los ojos de Tamara, quien, sin ninguna mala intención, crea un vínculo con un ser inocente, igual que ella.

Ello convierte a la película en un viaje entrañable de una amistad improbable, no solo entre Tamara y Catarina, sino entre Tamara y Doña Meche, quienes, si bien empiezan con un trato turbulento, de a poco, la empatía les otorga una compañía honesta y cálida.

Sin duda Tamara y la Catarina es una película de emociones agridulces, que nos lleva a un tierno viaje hacia los sentimientos de tres personajes cotidianos pero olvidados, que invita a prestar mayor atención a nuestro entorno y a no olvidar que allá afuera, abundan las historias maravillosas.

 

 

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