Producción: Tenemos la Carne
Director: Emiliano Rocha Minter
Año: 2016
Plataforma: Cartelera
En 5 líneas esta película:
No presenta ningún argumento
Tiene buena puesta en cuadro
Tiene violencia y sexo sin sentido
Sus excesos la vuelven monótona
Hay que extrapolarla para entender las intenciones del director
Ante el revuelo que causó en festivales como el de Sitges, el Fantastic fest o el Fantasia, es común encontrarse con comentarios que comparan la opera prima de Emiliano Rocha Minter con cintas que van desde Pasolini hasta Gaspar Noé, pasando por Lynch e incluso Carax, al ser una propuesta diferente a los estándares poco audaces que suele tener el cine mexicano. Y es que la película (dicho sea de paso, apoyada por Carlos Reygadas, Alfonso Cuarón y Alejandro González Iñárritu) es un explícito, demencial, visceral y transgresor viaje de viles provocaciones que desafortunadamente tiene muy poco detrás.
Mariano (Noé Hernández) es un vagabundo que pasa sus días en una especie de edificio (o almacén, sea lo que sea) abandonado haciendo repugnantes mezclas, rompiendo cosas, construyendo otras y más que nada desquiciándose (por mera diversión) a gritos como su soledad y libertad se lo permiten. El detonante llega cuando dos hermanos (María Evoli y Diego Gamaliel) arriban accidentalmente al lugar y conocen a Mariano, quien los induce (sin que pongan mucha resistencia) a este tour de sexo, necrofilia, canibalismo y asesinato por los cuales se desenvolverá el resto de la película (tal vez sea necesario aclarar que lo anterior son los primeros 10-15 minutos).
Películas como Saló o los 120 Días de Sodomoa (1975) o Teorema (1968), ambas de Pasolini, si bien son explícitas y provocadoras, reflejaban una postura respecto a un tema político o social; caso parecido a El Imperio de los Sentidos (Nagisa Oshima, 1976) otro controvertido filme con sexo al por mayor y hasta penes mutilados, pero con conceptos por exponer. Gaspar Noé es bien conocido por ser un provocador, sin embargo, es propositivo en su narrativa. Del otro lado de la moneda (muuuy del otro lado), existen filmes como Ricki Oh: The Story of Ricki (Lam Ngai Kai, 1991), Tokyo Gore Police (Yoshihiro Nishimura, 2008) o la icónica The Wizard of Gore (Hershell Gordon Lewis, 1970) –sólo por mencionar algunos superfluos ejemplos– las cuales, si bien son violencia explicita pura (en cierta forma y para quien gusta de este tipo de cine) son divertidas, entretenidas y emocionantes. En este sentido, Tenemos la Carne se queda a medio camino de todo: ni argumenta una postura, ni es entretenida o excitante en su forma, ni funciona como un ejercicio experimental… aunque su propuesta visual sea de lo mejor que posee.
Parece que su único fin es escandalizar por cualquier medio: con lo que pone en pantalla, la forma en que lo pone (cortes abruptos, silencios prolongados, saturación de sonido, planos cerrados a partes genitales) o a través de conceptos antes mencionados como el incesto. Fuera de toda esa incomodidad que intenta transmitir, Tenemos la Carne no sabe a dónde va, conforme avanza es más de lo mismo y su estética visual no es suficiente para argumentar que existe una alegoría o metáfora detrás (la escena de Gabino Rodríguez cantando el himno nacional es un mero gesto de irreverencia). En su secuencia final trata de justificarse –creo yo– como una representación del México profundo, como si la violencia y caos que día a día vemos en nuestro país fuera sólo la punta del iceberg de un México demencial.
El afán de escandalizar queda claro cuando conocemos los comentarios que el veinteañero Rocha Minter suele dar en las entrevistas, desprestigiando enormemente “el cine comercial” y a los festivales de cine, y comparando su película con “cuentos de hadas de Disney” y con Cantinflas. Es cierto que una función de las películas es hacernos sentir algo: una emoción; Rocha Minter pretende conmocionarnos con lo que ofrece pero nunca articula todos sus excesos para ofrecer algo más que un shock visual. De esta forma, sería lo mismo mismo que ver un estilizado video de gatitos sólo por sentir ternura.
Intentar encontrarle un significado a esta cinta es hacerle un gran favor al joven cineasta por su acto de pretensión. La única manera de recomendar Tenemos la Carne es para que juzgue usted mismo y se forme su propia opinión. En resumen, no hay más que un llamativo empaque sin nada dentro.