Producción: The Haunting of Bly Manor
Año: 2020
Plataforma: Netflix

 

En 5 líneas esta temporada:

Converge más en el drama

Mantiene sus rasgos de antología

Funciona a pesar de sus clichés

Mejora hacia su desenlace

Puede que pierda espectadores en lo que carbura

 

   

 

Perspectiva, todo se ha tratado siempre de perspectiva. Qué es lo que vemos, cuándo lo vemos, dónde y con quién lo vemos, cómo lo vemos y sobre todo por qué lo vemos. Cada una de estas preguntas puede cargar un peso diferente en lo que respecta al impacto de lo que atestiguamos en una pantalla; pero a pesar de esto, ¿qué contador de historias no acepta el desafío de jugar con la perspectiva de su audiencia, retarla a que encuentre una respuesta a la intriga y en el proceso, quizás, engañarla o sorprenderla?

The Haunting of Bly Manor podrá pecar de muchas cosas, sobre todo de no ser una historia tan aterradora como su audiencia esperaba; sin embargo en lo que atribuye a la perspectiva, nadie puede decir que el talento de Mike Flanagan (creador) y compañía para jugar con la realidad se ha esfumado. Esta antología aún conserva la capacidad de transformar los puntos de vista en interesantes microrrelatos, que le otorgan los matices apropiados a cada parte esencial de su historia, tal vez con un ritmo más rezagado en comparación con su predecesora (The Haunting of Hill House, 2018); pero presente de todas formas como un atractivo visual y narrativo que es inevitable en el estilo de esta serie.

Para esta segunda temporada, Flanagan toma como base el libro The Turn of the Screw del escritor Henry James. Nueve episodios de aproximadamente una hora cada uno son la puerta perfecta para que nos adentremos en la imponente y sombría mansión de Bly Manor, a través de los ojos de una joven institutriz (Victoria Predetti), quien ha sido contratada por un acaudalado hombre (Henry Thomas) para que ella cuide de sus dos adorables y misteriosos sobrinos (Benjamin Evan Ainsworth y Amelie Bea Smith).

La principal forma que desarrolla esta serie (en todo su trayecto) es la de los delirios. Es por eso que me atrevo a decir que Bly Manor es ante todo un drama sobre la muerte, los pensamientos y la inexplicable oscuridad que rodea las decisiones que toman sus personajes. Cada cineasta que se pone en la silla del director logra mantener esa sombría y reflexiva atmósfera de lo que acontece, hasta que el significado y sentido de las acciones se abren paso en los últimos episodios.

La realidad se moldea al placer de su observador, que en la narrativa varía de personaje en personaje; lo que me lleva a resaltar esa correcta manera que tiene esta antología de ubicar y desarrollar apropiadamente cada rostro que toma protagonismo en su leyenda. Bly Manor funciona a pesar de sus clichés y lo más importante no deja dudas de sus resoluciones, resuelve todo con la delicadeza de un narrador que ve las emociones como picos de luz en la infinita oscuridad de la noche.

El conflicto principal tiene un movimiento estremecedor, sobre todo si hablamos de la soledad en contraposición de la compañía que sólo pueden otorgar los recuerdos, mientras la existencia entabla una espera final con el alma; por lo que esta segunda temporada, que se disfraza de horrores, se disfruta más por ese tratamiento dramático de las emociones que nos dice que incluso en el más allá los fantasmas observan, escuchan, recuerdan y sufren mientras anhelan esa realidad arrebatada por el destino impuesto.

La perspectiva se distorsiona, pero siempre con un buen manejo del entretenimiento. Los personajes deambulan en sus pesares y aunque la trama intenta interferir con lo sobrenatural, The Haunting of Bly Manor no es más que una mirada a los sentimientos que sus individuos expresan. Durante las horas que habitamos la mansión, el relato se configura persiguiendo esa intencionalidad dramática, permitiendo olvidar las promesas incumplidas del terror que nunca llegó; claro, si eres esa clase de espectador que no tiene problemas con ceder un poco sus expectativas.

  

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