Producción: The Neon Demon
Director: Nicolas Winding Refn
Año: 2016
Plataforma: Cartelera

 

En 5 líneas esta película:

Es de suspenso y horror

Tiene gran estética

Es provocativa

Es contemplativa

El estilo del director no es para todos

 

  

 

En la actualidad son muy pocos los directores que generan tanta controversia y división como Nicolas Winding Refn. L’enfant terrible de Copenhagen ha forjado una filmografía tan potente como subversiva, y su más reciente thriller, The Neon Demon, confirma su estatus como uno de los autores más relevantes dentro de la cinematografía mundial.

Elle Fanning interpreta correctamente a Jesse, una ingenua aspirante a modelo quien se muda a Los Ángeles para probar suerte dentro de la industria. Jesse se hace de un nombre con rapidez, lo cual la convierte en presa de las personas que la rodean, cuya obsesión con la belleza de la chica nueva las arrastra hasta las últimas consecuencias con tal del obtener lo que ella tiene.

La historia es conocida, se mueve en espacios familiares y los comportamientos de sus personajes se apoyan de tópicos. Sin embargo, pocos temas encajan de forma tan orgánica dentro de la visión del autor danés como el oscuro mundo de la moda, después de todo, ¿qué mejor forma de retratar la banalidad y perversión de la industria de la belleza, que con una estética preciosista, tan absorbente como perturbadora y sin un argumento que proponga nuevas perspectivas sobre el tema? Semánticamente hablando, Winding Refn ha dado en el clavo casi por default.

Esta es la tercera película consecutiva en la cual NWR utiliza las luces de neón como leitmotiv, logrando en esta ocasión una mayor resonancia estética que en Drive y Only God Forgives. El tratamiento chillón de la luz concibe atmósferas que se mueven principalmente entre el azul, propio de la personalidad inocente de la protagonista, y el rojo, incitador de las más salvajes perversiones debajo de los rostros y cuerpos perfectos de sus personajes. Las interpretaciones carentes de expresión, a la usanza de Nicolas, refuerzan la objetificación de Jesse y sus compañeras modelos, maniquíes de carne y hueso que se mueven al servicio de diseñadores, agentes, fotógrafos y los fetiches propios del director. Siguiendo su estilo, el realizador no duda en salirse de la trama a cada oportunidad con tal de embestir al espectador con metáforas visuales e imágenes tan viscerales como absurdas (sobretodo en el tercer acto), rematadas por una tremenda banda sonora, cortesía de Cliff Martínez.

Es muy fácil asumir que esta distorsión del argumento en favor del estilo es síntoma de falta de pericia y talento narrativo de parte del autor, pero la realidad es que Winding Refn no descuida la trama, sino que la destroza. Su intención es clara desde el primer plano y es regida por un discurso que apela a la imagen pura como auténtica expresión fílmica, desprovista de información clara y resolutiva con la intención de provocar una reacción fuera de lo convencional de parte del espectador. ¿Discutible? Por supuesto. ¿Pretencioso? Sin duda, pero cuando el resultado de esta práctica es una película que destruye nuestras expectativas, nos perturba con su atmósfera y en la oscuridad nos golpea en lugares insospechados, generando una sensación que va desde la incomodidad y hasta el enojo, no podemos decir que el director ha fallado en su retorcido cometido.

 

 

 

 

 

 

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