Producción: Tiempo Compartido
Director: Sebastián Hofmann
Año: 2018
Plataforma: Cartelera

 

En 5 líneas esta película:

Es una combinación de tragedia y comedia

Tiene un gran reparto

Tiene buena fotografía y banda sonora

Tiene comentarios respecto al consumismo

Es una historia un tanto incompleta

 

      

 

La ilusión de las vacaciones perfectas se han vuelto un mito inalcanzable para muchos dentro del siglo XXI. La desigualdad de oportunidades y una falsa percepción de la felicidad empaquetada ha llevado a muchos a la idea de que los paraísos modernos son posibles mediante un resort playero de manufactura totalmente artificial.

Sebastián Hofmann presenta en Tiempo Compartido una tragicomedia que expone la falsedad de esa ilusión clasemediera, las estafas piramidales de la industria hotelera y la neocolonización de las tierras mediante gigantes globales de capital atascado. El también guionista y cofundador de la productora y distribuidora PIANO estrenó su segundo largometraje en el Festival de Cine de Sundance a principios de 2018.

Luego de la oscura e introspectiva Halley (2011), Tiempo Compartido marca un antes y un después en la filmografía del joven cineasta, pues esta es una película con mayor producción, presupuesto, historia e incluso reparto, el cual está compuesto por Luis Gerardo Méndez, Miguel Rodarte, Cassandra Ciangherotti, Monserrat Marañón y RJ Mitter (a quien conocemos como Walter Jr. en Breaking Bad). En ella conocemos a Pedro, un joven trabajador que lleva a su familia a unas vacaciones de en sueño a cambio de la adquisición de un tiempo compartido en uno de los hoteles más populares del momento, el cual por cierto está en la transición de ser absorbido por un gigante hotelero del país vecino del norte. Por otro lado conocemos a Andrés, un trabajador inagotable y fiel que lleva laborando en el hotel durante mucho tiempo junto con su esposa Gloria, pero luego de una tragedia personal y la nueva administración, Andrés sufre indicios de esquizofrenia y una clara desconexión con la realidad.

La vida de ambos se cruzará de las maneras más extrañas, mientras que el hotel absorbe su voluntad y quiebra sus espíritus conforme la historia avanza. Los colores brillantes, los sonidos desesperantes (cortesía de Giorgio Giampà) y la perfecta simetría del edificio –que por cierto tiene forma de pirámide– recuerda a otros hoteles devoradores de conciencia como el Overlook de El Resplandor (Kubrick, 1980) o el retiro para encontrar pareja en La Langosta (Lanthimos, 2015). Pero algo que realmente hay que destacar y que forma ya parte del estilo del autor, es el hecho de que la cinta ocurre en tonos mixtos y nunca totalmente terminados. Si bien al principio comienza como una comedia de enredos, cada vez más se acerca a una pesadilla lynchiana que desdibuja los límites de la fantasía y la realidad. No obstante, los personajes de Pedro y Andrés son, con todos su matices, lo más orgánico que puede haber dentro de un lugar tan fantasmagóricamente operado, que busca apelar al lado emocional de los vacacionistas para venderles una propiedad y estafarlos con cargos ridículamente costosos e innecesarios.

Tanto los personajes como los espectadores no reconocen la situación en la que se han metido hasta ya avanzada la película, tan así que en algún punto los vestigios de risa que pueden producirse en la sala de cine nacen de una natural incomodidad y preocupación genuina por los personajes, en una historia que termina medio inconclusa, pero eso es lo que le da su  encanto.

 

 

add_filter( 'the_title', 'max_title_length');