Producción: Tiempo de Morir
Director: Arturo Ripstein
Año: 1965
Plataforma: Cineteca Nacional
En 5 líneas esta película:
Es la opera prima de Arturo Ripstein
Es un western mexicano
Tiene buen guion
Va de la mano con su valor histórico
Está arraigada en clichés culturales
Arturo Ripstein es uno de los directores mexicanos más prolíficos de los últimos 50 años. Décadas antes de que los Tres Amigos conquistaran Hollywood, o que Reygadas abriera brecha en el circuito de festivales, Arturo Ripstein hacía cine que se veía en todo el mundo. La opera prima del director se titula Tiempo de Morir (1965), y coincidentemente es el primer guion original que escribió Gabriel García Márquez. Dicha obra no es el mejor exponente de cada uno, pero la podemos ver como una joya de culto del cine mexicano; lo es así por la estatura que alcanzaron sus creadores y por la mirada al pasado que brinda del cine y la cultura mexicana. Por otro lado, la película no se salva del juicio peculiar que otorga la categoría de culto.
La familia Ripstein es de abolengo dentro del cine, el director es reconocido a nivel mundial y su hijo Gabriel Ripstein ganó en 2015 el premio ópera prima del Festival de Cine de Berlin (600 Millas). Pero todo empezó con Alfredo Ripstein —padre de Arturo— quien fue productor durante la época de oro del cine mexicano. Las facilidades que tuvo Arturo Ripstein dentro del seno familiar se juntaron con el hambre de aprendizaje que el director mostró desde temprana edad. El futuro director aprendió cine paseándose por los estudios donde su padre hacía películas “más o menos horrorosas”. Como parte de esta masa hereditaria, Arturo Ripstein conoció desde niño a Luis Buñuel, con quien eventualmente desarrolló una relación de maestro-aprendiz. El aspirante a director tuvo la fortuna de estar presente, en carácter de oyente, en mesas donde se formó la cultura mexicana del siglo XX. Gracias a este bagaje Arturo Ripstein tuvo la oportunidad de hacer su primera película a la edad de 21 años; el guion se lo proporcionaría su padre, quien le había comprado los derechos a un escritor y periodista colombiano recién mudado a México.
El cine siempre fue uno de los grandes amores de Gabriel García Márquez y persiguiendo dicho interés, en 1955, el joven periodista se matriculó en el Centro Sperimentale Di Cinematografia de Roma, experiencia que lo acompañaría toda su vida. Para 1961 el escritor vivía en Nueva York, donde era corresponsal de Prensa Latina; ese año decidió mudarse a México a perseguir su sueño de incursionar en la industria. En 1963 el escritor adaptó la obra de Juan Rulfo titulada el Gallo de Oro, con la colaboración del autor y el escritor Carlos Fuentes. Al año siguiente escribió su primer guion original titulado El Charro, un western con una recalcitrante percepción del machismo mexicano. El escritor colombiano escribiría al menos veinticinco guiones más a lo largo de su carrera, sin nunca alcanzar la plenitud creativa; la frustración de no tener el control sobre el producto final, ni la pericia para ser director orillaron al escritor a enfocar su potencial en la literatura. Aunque nunca abandonó del todo el séptimo arte, el escritor publicaría en 1967 la novela Cien Años de Soledad y así el cine quedaría en segundo plano para siempre.
Alfredo Ripstein le había pedido a su hijo Arturo como condición para producir su primera película que esta fuera un western, siguiendo la demanda importada desde los Estados Unidos por ese género. A la historia se le cambió de nombre, los diálogos fueron mexicanizados por Carlos Fuentes y en 1965 se estrenó la película Tiempo de Morir. La historia cuenta sobre Juan Záyago, quien sale de la cárcel después de purgar una condena de dieciocho años por el asesinato de Raúl Trueba. Juan Záyago tiene planeado vivir el resto de sus días en paz, pero los hijos de Raul Trueba han jurado venganza y buscarán a toda costa que el asesino de su padre les otorgue su desquite.
Tiempo de Morir tiene marcados elementos de la época. La película en efecto es un chili-western, protagonizada por Jorge Martínez de Hoyos (quien tuvo un papel secundario en The Magnificent Seven) y por momentos cabe la duda si la historia en pantalla es un anglicismo cultural. La película es una postal del machismo de principios de siglo XX; es difícil saber si la gente en realidad vivía así, paralizada por rígidos valores que hoy en día no bajamos de ridículos, pero la industria del cine de los sesenta los perpetuaba a través de la pantalla. Se ve también la mano del entonces joven director, quien ya utilizaba planos secuencia en su cinematografía. La historia por su parte se siente como un precursor de Crónica de una Muerte Anunciada y tiene elementos que surgirían después en la obra su autor y guionista. La película muestra valores que perduran a través de las épocas: el guion juega con una dualidad cíclica del tiempo, al repetirle el destino a sus personajes nos muestra cómo el pasado atrapa a aquellos que no tengan la nobleza de dejarlo ir. Bajo la lupa del siglo XXI, la película es prueba de como ha cambiado la cultura popular y algunas escenas caen irremediablemente en comedia involuntaria, ya sea por lo anticuado de la conducta, diálogos que ya no son de este mundo, o desafortunadas referencias anacrónicas a otra obra que marco época en su propio universo: Brokeback Mountain.
El recorrido de Tiempo de Morir en la cultura ha tenido vaivenes: en principio fue uno de los referentes del cine mexicano de la época, pero gracias al éxito de su director y de su guionista, sus partes empezaron a sumar más individualmente. La película tuvo un remake colombiano en 1985, con algunas modificaciones al guion y un estilo que refleja una visión más tropical según las intenciones originales del autor. Hoy en día vale la pena redescubrir Tiempo de Morir y disfrutarla por la película que es y por todo lo que significó para sus creadores, pero también por lo que puede ser para una nueva generación: cine clásico, cine de culto, y eso que nos une a todos los involucrados—historia.