El regreso de la icónica serie de los noventa es la pauta para reflexionar a propósito de lo que, tras 25 años de ausencia, ha cambiado con respecto a la televisión, sus autores, las series y el universo de aquel pueblillo ubicado en Washington llamado Twin Peaks.

Estas son algunas de las razones que convierten a la serie en una obra maestra de culto y por las cuales es una obligación verla ya:

 

La dupla Lynch-Frost: una figura autoral

A finales de los años ochenta, un jovenzuelo escritor llamado Mark Frost (posteriormente un relevante novelista) inició una colaboración con el entonces ya prestigiado director David Lynch. El realizador había sido nominado a premios Óscar por Elephant Man y Blue Velvet, y era uno de los directores posmodernos más relevantes de la época. La dupla concibió una historia original, pensada primero para cine pero finalmente llevada a la televisión, sobre el misterioso asesinato de Laura Palmer, una adolescente habitante de un pequeño pueblo del noroeste de los Estados Unidos llamado Twin Peaks. El proyecto fue estrenado en abril de 1990.

La primera temporada de ocho episodios, trasmitida por la cadena ABC de Estados Unidos, tocó a la cultura popular de aquél país en un nivel inesperado, y la serie fue renovada para una segunda temporada, ahora de veintidós capítulos, los cuales serían transmitidos de septiembre de 1990 a junio de 1991. Sin embargo, la participación de Frost y Lynch se vio reducida debido a otros proyectos, como la filmación y promoción de Wild Heart (1990) protagonizada por Nicolas Cage. La ausencia de los creadores originales hizo mella en la calidad de la serie, derivando en su cancelación al final de su segunda temporada.

A manera de epílogo de este extraño proyecto, Lynch realizó una película secuela/precuela: Twin Peaks; Fire Walk with Me (1992), pero ya sin la colaboración de Frost. El escritor se expresó de la cinta como una obra indigna de la serie.

De a cuerdo con Lynch, esta sería la última vez que trabajaría en el proyecto. Pero, en 2014, veinticinco años después, obedeciendo a una de las grandes profecías dentro de la trama, se anunció el regreso de la serie bajo la dirección de la dupla y la colaboración del reparto original. El inesperado anuncio levantó una serie de añoranzas, curiosidades y dudas respecto a uno de los proyectos más enigmáticos de uno de los directores más hechizantes.

 

La siniestra génesis

Existen dos versiones del origen de Twin Peaks, ambas quizá igual de extrañas como la serie misma. La primera y más popular indica que tanto Lynch como Frost pensaban abordar la muerte de otra rubia despampanante que unos cuarenta años atrás se había robado el corazón de Norteamérica: Marilyn Monroe. Su muerte, comúnmente atribuida a un suicidio, liberó una serie de teorías que incluían la idea de un asesinato supuestamente ordenado por Robert Kennedy, hermano del entonces aspirante a la presidencia John F. Kennedy, luego de que Monroe avisara a la prensa su relación con un hombre poderosos e importante.

La segunda versión, todavía más intensa y extraña, indica la influencia un pueblo llamado Taborton en el estado de Nueva York, donde Frost pasó parte de su infancia. Ahí escuchó la historia de Hazel Irene Drew, una joven, también rubia, quien fue encontrada muerta en 1908 y que desató una serie de rumores y mitos en el pueblo. De a cuerdo con The Independent, en un caluroso siete de julio de 1908, alrededor de las 7:30 de la noche, la joven Drew se cruzó con dos hombres: Frank Smith, un joven granjero que la pretendía y Rudolph Gundrum, un vendedor de carbón de unos treinta y cinco años; ellos dos fueron los últimos en verla con vida. Cuatro días después fue encontrada flotando en el lago, boca abajo con el cuerpo descompuesto por la inmersión prolongada en el agua y un golpe en la cabeza al que se le atribuye su muerte; justo como encontraron a Laura Palmer. El asesino nunca fue descubierto, y de a cuerdo con Frost «se decía que su fantasma se aparecía en los alrededores del lago. En cierta forma es de allí que vino Laura», dijo para el diario británico.

 

Carta contra la violencia: una obsesión temática

La historia en su origen ocurre luego del asesinato de Laura Palmer, y cuando el recto agente del FBI Dale Cooper (Kyle MacLachlan) es asignado al caso. La llegada del agente al pequeño pueblo pasa sin ningún contratiempo, pero poco a poco vemos cómo se van descubriendo las capas de lo que parecía ser un asesinato violento pero terrenal.

Tanto Lynch como Frost proponen una revisión a los valores secretos de la sociedad norteamericana, quizá como aquellos rezagos de racismo que reveló la presidencia de Donald Trump. En Twin Peaks la doble moral, la misoginia y el conservadurismo son claves para resolver el misterio, pero para atravesarlos Lynch recurre al mundo de los sueños y la habitación roja, temas que ya había abordado en películas como Eraserhead (1980) y después en Mullholand Drive (2001), casi como una obsesión temática.

En los años noventa, eran pocas las series televisivas con temas tan sórdidos, donde se veía a la violencia como producto de una sociedad decadente y enferma. Posterior a Twin Peaks, las series policiacas y paranormales tomaron mayor relevancia. The X files (1993- 2002) o American Horror Story (2011 a la fecha) no podrían existir sin Twin Peaks. Para la televisión, la serie supuso un hito y un cambio radical de lo que las audiencias exigirían a partir de ese momento.

 

El cine televisado o la televisión cinematográfica

En la reciente entrega del Festival de Cannes se programaron dos series para exhibición en formato de cine: Twin Peaks y Top of the Leak: China Girl (Jane Campion). Esto marcó una pauta revolucionaria para el festival, caracterizado por ser bastante conservador a diferencia de otros como Sundance o Berlinale. Quizá los nombres detrás de los proyectos sean las razones por las cuales éstas fueron programadas, pero las sesiones maratónicas nos hablan de algo más: del desdoblamiento de la delgada línea entre el cine y la televisión.

Ya desde los inicios del cine, D.W. Griffith, el padre del lenguaje cinematográfico, realizó películas de larguísima duración, en un tiempo donde el cine era de corta duración, unos treinta minutos exagerando. Intolerancia (1916) tiene una duración de cuatro horas, además de una narrativa episódica, lo que nos hace pensar ya en la idea de verla por separado. Erich von Stroheim, un cineasta austriaco nacionalizado estadounidense, también realizaba cintas de exagerada duración, hasta nueve horas que finalmente eran recortadas por los productores a versiones de dos horas. Otro ejemplo es el del húngaro Béla Tarr, cuya obra maestra Satantango (1994), tiene una duración de ocho horas y apenas el año pasado el filipino Lav Díaz estrenó A Lullaby to the Sorrowful Mystery de la misma duración.

Entonces ¿podemos pensar a Twin Peaks como una película dividida en episodios? Quizá, y su importancia histórica también comprueba que ella, junto a series como The Sopranos (1999-2006) o Breaking Bad (2008-2013), han marcado la pauta para series más cinematográficas. Una reflexión que se queda al gusto del espectador.

 

El regreso del hijo pródigo: una reflexión del aquí y el ahora

Ahora bien ¿es digna la tercera temporada? A juzgar por los primeros dos episodios podemos afirmar que sí. Lynch retoma muchos de los elementos originales, pero sin ese insufrible sentido de añoranza que opaca los regresos televisivos o cinematográficos (a saber, T2). Se reviven viejas historias y se añaden nuevas; regresa el estilo fílmico del realizador que ya se echaba de menos desde 2006; y el director, fiel a su estilo, sigue jugando con las narrativas, los tiempos y los planos entre la vigilia y el espacio onírico. Al parecer los creadores decidieron quitarle a la serie esa especie de brillo de soap opera, el cual servía de sátira a esa sección de la televisión nortemaericana. Esperemos que junto con este aspecto no se haya sacrificado también el humor jocoso y casual que se aparecía entre todo el drama y el misterio.

La serie promete jugosas incertidumbres que seguramente se responderán poco, porque a decir verdad, Twin Peaks es una historia fascinante justo por no termina de cerrar, ya que al igual que ciertas obras de Alfred Hithcock, explota la idea del mcguffin.

La serie regresa con dieciocho episodios, disponibles en Netflix uno por semana todos los lunes, y ya se preveé que sea un hitazo con los fans y el séquito lynchiano, pero también con las nuevas generaciones de seriéfilos, quienes quizá deban pensarla un poco más, ya que aunque no es una serie convencional de misterio, como Stranger Things (2016) por ejemplo, sin Twin Peaks, muchos de los productos del siglo XXI no tendrían razón de ser.

Quizá su inexplicable e incoherente naturaleza (con toda la buena intención del término) sea la gran clave de todo su encanto, pues fue el mismo Hithcock quien dijo: «nada da más miedo de una puerta cerrada».

 

 

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