Producción: Twin Peaks: El Regreso
Creadores: David LynchMark Frost
Año: 2017
Plataforma: Netflix

 

En 5 líneas esta serie: 

Es de drama surrealista

Tiene un elenco espectacular

Tiene un gran guion

Es onírica y críptica

Tiene detalles para degustar por años

 

    

 

Es fácil tirarse de rodillas a adular a un creador como David Lynch, pocos artistas como él en la actualidad tiene un récord prácticamente perfecto y tan cool. No hay mucho riesgo en decirse su fan o escogerlo como nuestro predilecto. Por otro lado, sus obras son tan crípticas y a veces tan alejadas del mainstream que el efecto puede ser el opuesto, se nos pueden tachar de elitistas o inclusive hasta de impostores. Para muestra Twin Peaks: El Regreso.

La serie, de entrada, tenía un gran problema, seguía la línea narrativa de dos primeras temporadas estrenadas a principios de los noventa (y un respectivo largometraje precuela), las cuales en realidad nadie fuera de los clavados con Lynch vio (o aquellos curiosos con acceso a Netflix EE. UU.). Así entonces, la mayoría del público ya entraba en desventaja con la serie, ya que habían suficientes referencias en la trama a estas dos temporadas y largometraje como para saber exactamente qué carajo estábamos viendo. Por otro lado, Lynch no ayuda. Su forma de contar esta historia, a través de viñetas fragmentadas que a veces duraban escasos segundos, seguro hicieron tirar la toalla a más de uno. Un aspecto interesante, el cual se mencionó en este espacio al principio de la temporada, es cómo Lynch y Frost podían darle el mismo espacio en pantalla en un determinado capítulo a un personaje que no íbamos a volver a ver más y a uno central para la trama. Al cabo de siete capítulos –un tercio de la temporada– nadie sabía exactamente que estábamos viendo. Y luego todo cambió.

El octavo capítulo de la serie fue un evento para la televisión, y seguramente fue el que acabó de tirar del barco a aquellos espectadores casuales. Pero, al resto, nos recordó que era Mother-fucking-DavidLynch al que estábamos viendo. El episodio fue una especie de historia de origen para el villano Bob; pero también fue un momento donde pudimos ver a toda costa el estilo del realizador: un capítulo de grandeza más bien audiovisual –con un homenaje a Odisea del Espacio incluido–, críptico pero desmenuzable a la vez. Después de este capítulo, los que seguimos con la serie dejamos de tratar de entender y empezamos a disfrutar.

La serie lo tuvo todo: un elenco espectacular, que incluyó a Kyle MacLachlan, Naomi Watts, Laura Dern, y al mismo David Lynch, con cameos de Tim RothAmanda Seyfried, Michael Cera, Monica Bellucci, Jim Belushi, Ana de la Reguera (¿?), Ashley Judd, y Jennifer Jason Leigh, entre otros, y bueno, prácticamente todo el elenco original, excepto aquellos que fallecieron antes de empezar a rodar; tuvo momentos de comedia irreverente, justo como el humor de la serie original; por supuesto que disfrutamos de fotografía y encuadres de altísima profesión; contamos con detalles en la trama que por momentos rompían el cuarto plano; hubo horror, suspenso y hasta algo de gore; y por supuesto, el entorno de ensueño al que el realizador nos tiene acostumbrados. Como cereza del pastel, Lynch nos llevaba serenata al final de cada episodio, y cuya lista de artistas es larga y no replicaremos aquí, pero incluyó a Eddie Vedder y Nine Inch Nails.

En muchos aspectos Twin Peaks: El Regreso es la cúspide de la trayectoria de Lynch; una obra en donde él mismo se obsequió homenajes a otros trabajos suyos, así como a actores predilectos, otros realizadores y a su estilo e indulgencias personales. Por todos estos aspectos es IMPOSIBLE que en el 2017 se estrene una serie que supere lo que Twin Peaks hizo por la televisión 2.0. Y quién sabe por cuantos años más.

El final de temporada se dividió en dos, el final-final el cual tuvo lugar en el episodio 17, y un epílogo lynchiano, el cual puede ser un obsequio de despedida para los fans o la base de una cuarta temporada, o ambas. El episodio 17 dio algunas respuestas a la trama y cerró algunos ciclos, quizá el aspecto más importante es que se acabó con Bob, aunque en comparación con todo lo que engloba esta historia, queda como un recurso narrativo pueril. Lynch no está preocupado por darle significado a todo lo que pasó en Twin Peaks, así como lo han dictado los grandes del surrealismo en pantalla. A final de cuentas, se nos dijo hace mucho tiempo de qué se trataba esta obra: «vivimos en un sueño (¿pero quién es el soñador?)». Como toda la obra de Lynch, Twin Peaks habita un universo onírico, donde, por lógica, todo puede suceder. El episodio 18, el último de esta temporada, fue un ejercicio a toda máquina de esta premisa, uno donde se nos cambiaron los nombres de los personajes principales, vimos vivos que antes estaban muertos, buenos actuando como malos actuando como buenos, escenas infames de las que nos habían platicado pero recreadas con sutiles cambios, largas tomas de una carretera taciturna; todo, sin lugar a equivocarme, un sueño de David Lynch. ¿Quién estaría tan perdido como para tratar de darle significado a algo tan etéreo?

 

 

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