Producción: Una Serie de Eventos Desafortunados, Segunda Temporada
Año: 2018
Plataforma: Netflix

 

En 5 líneas esta serie: 

Continúa con su tono sombrío de humor negro

Nos entrega más de su espectacular protagónico

Logra ampliar su historia

Es entretenimiento sofisticado aunque por momentos flojo

Coquetea con repetirse a sí misma

 

   

 

Una de las mejores películas que he visto en los últimos años es Holy Motors (Carax, 2012). La película es una serie de viñetas por momentos incoherentes y en general desconectadas entre sí. Pero la enorme virtud de la cinta es que cada viñeta está protagonizada por Denis Lavant, veterano actor francés. La versatilidad de Lavant, cuyos papeles van desde un duende aparentemente salido de la mitología Aos Sí, hasta un número musical donde toca el acordeón, es una cosa que hay que presenciar y una que nos recuerda a los actores de oficio, aquellos que nacieron para el arte y lo hacen por el arte.

Neil Patrick Harris en Una Serie de Eventos Desafortunados interpreta al Conde Olaf, un malvado y maquiavélico actor que está en busca de la fortuna de los huérfanos Baudelaire. El papel le exige que cambie de disfraz cada dos capítulos, es decir, cinco por cada temporada. A lo largo de esta serie original de Netflix, hemos visto el rango del otrora Doogie Howser: lo hemos visto en drag, lo hemos visto cantar, lo hemos escuchado con acento de pirata, de sureño de los Estados Unidos, de hipster de los setenta e inclusive en una magnificente imitación de Karl Lagerfeld. Cada actuación una maravilla.

Mientras que Holy Motors pareciera ser que rinde su historia para otorgarle el centro de atención a Lavant, Una Serie de Eventos Desafortunados no se puede dar ese lujo, ya que pide de nosotros al menos diez horas de nuestro tiempo por temporada. Ahora bien, en la primera temporada la historia fue sencilla: los Baudelaire caen con un nuevo tutor y el Conde Olaf se disfraza de un nuevo personaje para tratar de raptarlos. Para los primeros diez capítulos la novedad alcanzaba, pero para esta segunda temporada, la mera amenaza de más de lo mismo en los primeros tres o cuatro capítulos fue suficiente para despedirnos con un beso de añoranza de Neil Patrick Harris. Gracias a Dios la historia evoluciona lentamente hacia algo nuevo, con más personajes, por lo que decidimos terminar de verla completa. No obstante, por más que nos fascine lo que está haciendo Barney Stinson, más le vale a esta extraña pero entrañable serie cerrar con un gran final en su tercera temporada (cosa que veos un poco difícil, ya que en el material fuente aún no hay final).

A final de cuentas, la serie va a ser responsable de un público reducido. El humor negro y la trama cruel (la cual se nos advierte a cada paso) definitivamente descalifica a muchos buscando un entretenimiento ligero, y la dinámica de coqueteo con los giros de la historia seguro va a desesperar a aquellos que no estén comprometidos con la propuesta de la serie. Nosotros sí lo estamos, pero, repetimos, por diez capítulos más.

 

Checa lo que dijimos de la primera temporada aquí.

 

 

 

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