Producción: Wild Wild Country
Creadores: Hermanos Duplass
Año: 2018
Plataforma: Netflix
En 5 líneas esta serie:
Es documental
Sabe contar su historia de manera entretenida
Nos relata una historia compleja y morbosa
Tiene material fuente directo
Por momentos se pierde en su propio relato
En el cerebro de cada uno de nosotros existe una puerta trasera, la cual puede ser abierta por aquél que traiga la llave correcta. Estaremos de acuerdo que existimos algunos que dada nuestras circunstancias personales, estamos esperando a aquella persona que nos diga lo primero que nos parezca adecuado para abrir la puerta de un azotón; existiremos otros que nos resistimos y nos creemos fuertes, pero aunque esa puerta permanezca resguardad por la razón y las buenas costumbres, siempre existirá, queramos o no, la posibilidad de que el subconsciente nos traicione.
Wild Wild Country, serie documental creación de los hermanos Duplass, relata las aventuras de un guru del new age, llamado Bhagwan Shree Rajneesh, y de aquellos que lo ayudaron a construir su imperio, notable entre estos últimos su lugarteniente y asistente personal Ma Anand Sheela.
La serie inicialmente se puede entender como una más relatando algún suceso sensacionalista, el cual se le podría atribuir a ciertas fallas generacionales, después corregidas por la modernidad, como la moda ochentera, Back Street Boys o el Blackberry. Pero entre más lo piensa uno, más podemos empezar a desprender capas sobre los sucesos que vemos en pantalla.
Definitivamente lo más fascinante del relato es cómo podemos alterar nuestra percepción de la realidad mediante un buen lavado de cerebro. Ya sea porque alguien nos dice las cosas que necesitamos escuchar, porque tenemos la disposición de ignorar el mundo actual al que ya no queremos pertenecer, o simple y sencillamente porque los cientos o miles de personas en la misma habitación se están dejando llevar y dejarnos llevar suena lo más lógico.
El relato de los rajneeshi (el gentilicio de este culto) también es uno que se puede ver desde un punto de vista de dialéctica histórica, en el cual tomaron rehén a un pueblo del noroeste de los Estados Unidos, despojándolos de sus tierras y su cultura, en uno de los reveses históricos más impresionantes, irónicos y cómicos en la historia del imperialismo. También, de manera anacrónica, podemos observar como el argumento –absurdo por cierto– en favor de las armas que esboza la propaganda conservadora en favor de la portación de rifles de alto calibre, se usa en su contra en una probadita de la distopia que puede surgir de tal derecho, dada las circunstancias correctas. Inclusive, nos invita a reflexionar que lo único que pueden argumentar las religiones establecidas, en contra de una nueva con modismo y creencias absurdas, es el derecho de antigüedad.
La historia de los rajnesshi, en su última instancia, es la muestra perfecta de que la sociedad estadounidense vive en una mutación horrenda de la libertad, en la cual la sociedad en realidad vive presa de sus propios demonios, donde la necesidad de adorar y ser adorado está en contubernio con la comunicación masiva y el nacionalismo, y que este menjurje provoca como producto unas tendencias monstruosas, que arrastran oleadas de mentes débiles y propensas, así como la de algunos mirones que ni la deben ni la temen.
Wild Wild Country puede ser entretenimiento chatarra, si es lo que se busca, o bien puede ser una pelota de sentimientos y conclusiones, las cuales no ven el final, más que una risa condescendiente y resignada ante una realidad que aún vivimos treinta años después de los sucesos relatados.