Producción: x500
Dirección: Juan Andrés Arango
Año: 2016
Plataforma: Cartelera

 

En 5 líneas esta película:

Es una ficción con toques documentales

Trata temas complejos de manera sencilla

Tiene un gran diseño sonoro

Tiene buen montaje

De momento pierde el hilo

 

   

 

La migración es uno de los temas más antiguos de la historia de la humanidad, así como uno de los más perdurables. Desde nuestro pasado nómada, hasta las actuales crisis humanitarias y migratorias en Europa o Norteamérica, la búsqueda de la tierra prometida, una mejor calidad de vida o un sentido de pertenencia han sido motores de importantes flujos de personas, mezclas de culturas y responsables de nuevas identidades.

Si a eso le sumamos el duelo que causa una pérdida o la punzada de la adolescencia, la problemática crece exponencialmente y crea un complejo de confusiones, preguntas y luchas constantes por encontrar nuestro lugar en el mundo. Esta particular mezcla de situaciones extremas y desestabilizadoras son las que motivan al colombiano Juan Andrés Arango a escribir y dirigir X500 (2016), una coproducción entre México, Colombia y Canadá que cuenta la historia de tres jóvenes (CDMX, Buenaventura y Montreal respectivamente) que han migrado luego de sufrir la pérdida de un ser querido.

El también director de La Playa DC (2012) retoma tres historias en tres puntos geográficos diferentes, explorando el extenso rango de emociones y peripecias que una misma situación puede ocasionar y cómo nuestro contexto al mismo tiempo define nuestra reacción al suceso.

“Son tres lugares con los que tengo una conexión especial: de Buenaventura, en Colombia, es de donde salieron los protagonistas de mi primera película, en DF viví un tiempo y en Montreal vivo actualmente. Además, son ciudades donde hay muchas culturas que se están mezclando y están interactuando, y la película es sobre eso, sobre la hibridación cultural, sobre lo que pasa cuando llegamos con nuestra cultura y tenemos que transformarnos para sobrevivir en un espacio hostil”.

A partir de esa idea se conciben Alex, un adolescente afrocolombiano que regresa a su lugar de origen luego de ser deportado de Estados unidos y termina uniéndose a una pandilla de narcos; Andrés, un joven mazahua que llega al barrio de su primo en el oriente de la ciudad y que busca unirse al grupo de cholos del barrio para sobrevivir, pero de a poco se inclina más por un grupo de punks que como él, también son marginados; y María, una joven filipina que pierde a su madre, se muda con su abuela en Canadá y que al poco tiempo entabla amistad con una chica chola, que como ella, es migrante filipina.

Los contrastes entre las tres historias son claros, y aunque tienen muchos puntos en común, que también se ven apoyados por el montaje o el diseño sonoro, las diferencias son, de algún modo, las que enriquecen el relato y le dan voz propia a cada personaje, quienes también se sustentan en sus personajes secundarios más próximo: una abuela, una tía, un compañero del trabajo. Así mismo, la película explora fuera de ellos, nos habla de los lugares (personajes también), de las comunidades y lo cotidiano de las regiones, nos lo cuenta con los sonidos, los colores, los habitantes, las costumbres, la religión, los edificios y las casas.

A Arango le interesa, sobretodo, la búsqueda de la identidad; primero como adolescentes y segundo como migrantes, en un entorno alienante y demeritante, donde la idea de una vida mejor o perfecta está lejos de encontrarse con sus propias aspiraciones.

“Me parece que al estudiar la misma vivencia humana encontramos matices en tres lugares distintos, te permite entrar más en profundidad en el tema. Hice una investigación muy larga, de muchas historias en esos lugares y a partir de eso sintetizo y de ahí nacen estos personajes, y al final no tengo el control completo, porque así como es cada uno de ellos, es como la historia se va a encaminando a mostrar tres cosas diferentes de la misma experiencia. Hicimos un casting con jóvenes no profesionales que vinieran de las comunidades donde filmamos, para que tuvieran reacciones más instintivas con la historia”.

Luego de presentarse en alrededor de setenta y cinco festivales en todo el mundo, incluyendo Los Cabos Film Fest, donde ganó Mejor Película Mexicana, la cinta por fin llega a salas mexicanas tras su paso en Quebec y Colombia, cosa que entusiasma al director y su equipo, que por cierto se compuso también por oriundos de cada región.

“Ha sido bonito compartirla con públicos distintos, porque son historias específicas de unos contextos urbanos, pero le habla a diferentes públicos porque es una vivencia sencilla y humana, que es el buscarse y llegar a un lugar nuevo, pero nos faltaba gravemente compartirla con el público mexicano, porque de verdad sentimos que es una película muy mexicana”.

 

 

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