Producción: Black Mirror: Temporada 3
Año: 2016
Plataforma: Netflix
En 5 líneas esta temporada:
Continúa con la narrativa del futuro cercano
Tiene tintes políticos y de crítica social
Pretende perturbar al espectador sobre su realidad
Tiene un gran manejo de ritmo e imagen
Es de gran calidad
Black Mirror, serie dirigida por Charlie Brooker y que se ha convertido en un fenómeno televisivo, está de vuelta con seis episodios que presentan la posibilidad de futuros aterradores planteados desde el presente inmediato. Esta nueva entrega continua con las temáticas conocidas de la serie, como reflexiones sobre política y la pérdida de la intimidad a partir del internet o las redes sociales.
La serie puede plantearse como una metaficción, es decir, una reflexión y crítica sobre sí misma y su realidad, pues según su propio director buscar ser una versión sorprendente y retorcida de la realidad. A partir de circunstancias cotidianas llevadas al extremo, los seis capítulos de la serie comienzan la crítica a lo que actualmente vive la sociedad contemporánea: sociedad de consumo y espectáculo con un sinfín de necesidades creadas a partir de la creación de mercados tecnológicos, y que a su vez encierra una necesidad de reconocimiento individual dentro de los complejos grupos sociales. Así propone un planteamiento respecto a observar ese “lado oscuro” que posee la tecnología, aspecto que mal encaminado, utilizado y comprendido, resulta peligroso y dañino, al desarrollándose en una obsesión.
Una pregunta que planea constantemente la serie es: ¿Hasta qué punto nuestra vida depende de la tecnología? La respuesta se vuelve evidente si nos sentimos descobijados cuando nuestro dispositivo móvil se encuentra sin señal de internet; las relaciones interpersonales cada vez se vuelven más complicadas si no contamos con las redes sociales o las aplicaciones para conocer gente. La obsesión por la tecnología nos ha vuelto distantes incluso de nosotros mismos. Otro punto relevante de Black Mirror es exhibir que el futuro tecnológico cada vez está más cerca, lo estamos empezando a vivir y así mismo lo complicado que puede ser sumergirse en él.
Black Mirror pone sobre la mesa ese terror respecto al camino que va tomando la sociedad, el momento de lo real va dejando paso a la simulación, es decir, aparentar lo que no se tiene: una vida feliz y eterna, el alejamiento del sufrimiento, todo por medio de la tecnologización de la vida y las relaciones humanas. A través de la simulación se vuelve a cuestionar la diferencia de lo real y lo imaginario. Duda que va atravesando toda la serie y se vuelve así el conflicto principal. Este espejo ofrece una imagen, la apariencia de una realidad profunda y desnaturalizada, y así mismo un intento por cuestionarse cuál es ahora el lugar del ser humano frente a lo virtual, quién depende de quién y quién dirige y construye a quién. Black Mirror se convierte en una imagen difícil de ver, pues refleja el quiebre entre la emoción y la inteligencia artificial, y la pugna por desplazar uno al otro.
Pese a que en la serie se plantean narrativas similares vistas en capítulos pasados, Black Mirror, conserva el factor sorpresa y lo desarrollada a partir de planeamiento visual, movimientos de cámara esenciales para cuidar el ritmo de la narrativa, así, sin prisa vemos como el futuro se va acercando y de qué manera lo está haciendo: excesivo, dañino, irreverente, insatisfactorio y cargado de ansiedad. La serie es entonces un espejo con aumento, que muestra y exhibe problemáticas sociales y distopías. Un viaje en diversas direcciones y sin finales que aseguren la tranquilidad y el retorno a la estabilidad, para el espectador deja sembrada la duda respecto hasta qué punto esto ya está ocurriendo. Black Mirror apunta a convertirse en una serie de culto por su calidad narrativa, visual y de crítica dentro de su género: la ciencia ficción y la fantasía.