Anye MontielProducción: Caniba
Director: Lucien Castaing-Taylor, Verena Paravel
Año: 2017
Plataforma: 38 Foro Cineteca Nacional
En 5 líneas esta película:
Cuenta una historia basada en hechos reales
Es un reto al espectador
Juega con las convenciones del documental
Es la muestra de una naturaleza extraña
Es un ejercicio entre lo secreto y lo oculto
La historia del llamado caníbal japonés, Issei Sagawa, ha sido contada en diversas ocasiones; documentales que han intentado develar la mente de este hombre, reportajes y entrevistas que, a veces pueden llegar a simplemente exhibir el morbo por un personaje, ajeno y extraño. Los directores Lucien Castaing-Taylor, Verena Paravel decidieron retomar la historia de este hombre y realizar una nueva visita al personaje.
Sagawa es un hombre que por placer se descubre como caníbal. Debido a los complejos con los que ha crecido desde su infancia, un sentimiento de inferioridad y miedo lo ha seguido toda su vida, este desarrolla una fijación por mujeres americanas, esbeltas y blancas. Realizó estudios en la Sorbona de París donde conoció a su víctima: la holandesa Renée Hartevelt, a quien asesino y pasó cerca de cuarenta y ocho horas encerrado en su apartamento. Posterior a ser descubierto es condenado a prisión y la vez declarado mentalmente insano. Enfermo y gracias a la ayuda de su padre, un empresario adinerado, regresa a Japón, donde al no tener cargos que perseguir es nuevamente un hombre libre hasta la fecha.
Su historia, mostrada por el aparato cinematográfico, podría intrigar y provocar preguntas en el espectador o en cualquiera que sepa de la existencia de Issei: ¿Cómo un hombre después de cometer semejante acto es capaz de continuar con una vida normal?, ¿de qué manera el espectador se acerca a un personaje como este?, ¿qué sentimientos se pueden despertar al conocer la historia de un caníbal?
Se podría considerar que el documental comparte dos elementos: lo oculto y lo secreto, a partir de la forma en que se presentan las imágenes y que es en cierta forma un rompimiento ético del propio documental, pues la cámara es intrusiva, invade el espacio del otro en algo similar a una aventura, un ejercicio de inmersión a los grandes abismos de lo que puede o no provocar horror.
Los planos son cerrados, opresivos, siempre notamos cada de detalle, cada sonido que emerge de un hombre demacrado, dependiente y donde el secreto se mantiene durante todas las conversaciones, no se revela del todo ante un ojo que lo está observado, un dispositivo que sin ser un juez le incomoda. No todo es develado, pero el espacio está dado para provocar la invasión del temor en la representación.
En el filme existen momentos que pueden ser inesperados para el espectador, aquellos donde surge lo siniestro, que al mezclarse con un momento de suspensión surge una presunta revelación, el acto que ya se sospechaba y que, al considerarse una amenaza, es temido y que está relacionado, tiene que ver con un juego: nuevamente con lo secreto y con ello, la crudeza de la crueldad humana que es filtrada por el dispositivo-cámara para que su aceptación sea medianamente digerible.
Sin embargo, y a pesar de ser una manera interesante de acercarse al sujeto, al hombre detrás de la fachada que medios y él mismo se ha construido, el documental cae en el tedio, en un cansado primerísimo plano, el espectador puede terminar desconcertado, requiere y demanda atención por parte de este para poder comprender a Sagawa y sus actos y, cuál es la intencionalidad del propio documental, pues este intenta no caer en un simple reportaje. El uso de material de archivo y otros soportes es casi nulo dentro del trabajo, tal vez retomando la idea de mostrar a ese hombre, a lo que queda de él en estos días, aunque sin llegar a la justificación de lo que el caníbal japonés hizo en su pasado, Asi, Caniba se mueve entre la dimensión de lo siniestro y lo extraño, sus recursos visuales generan incertidumbre, una sospecha sobre nuestros propios miedos y deseos internos, que este hombre llevo a su plena realización.