Hace unos cuantos días una polémica noticia sacudió a la industria cinematográfica y causó las opiniones más diversas y controversiales en torno a la decisión de los organizadores del Festival de Cannes de retirar a la plataforma digital Netflix de la competencia de este año. En 2017, Netflix hizo su debut en el festival con dos producciones: Okja de Bong Joon-ho y The Meyerowitz Stories de Noah Baumbach, ambos filmes fueron aclamados por la crítica (aunque abucheados cada que el logo de Netflix aparecía en la pantalla) y abrieron la ahora incomodísima discusión sobre la participación de producciones exhibidas en plataformas digitales en el festival más importante de la industria cinematográfica.

La regla –nueva regla– es simple: una película que no esté distribuida en las salas de cine en Francia, no puede competir en el Festival de Cannes. ¿La razón? El año pasado la participación de Netflix abrió la discusión en torno al tema de la exhibición únicamente en plataforma digital y no de la manera convencional, lo que causó un debate que por ahora ha ido de mal en peor. Las películas con las que Netflix pretendía participar este año incluyen Roma de Alfonso Cuarón, Norway de Paul Greengass y The Other Side Of The Wind, el último e inacabado filme de Orson Wells.

¿Pero por qué te enojas?, es la pregunta de Thierry Frémaux –director del prestigioso festival a Ted Sarandos, jefe de contenido de Netflix– si las reglas son claras, ¿por qué no exhibir tradicionalmente, al menos en Francia, las entregas cinematográficas para que puedan competir? pero la respuesta de Netflix es, simple y sencillamente, no. No es su negocio, ni la manera en que Netflix opera, sino, todo lo contrario: el contenido está disponible en streaming mundial sin pasar por la tradicionalidad de los estrenos y las salas de cine. Sarandos insiste que el Festival de Cannes está cerrado a las nuevas propuestas de exhibición y que les falta modernizarse, hasta puso de ejemplo la prohibición de tomarse selfies durante la alfombra roja del festival, como el fiel retrato de la falta de apertura de los organizadores a las nuevas tendencias. Para Thierry Frémaux, Pedro Almodóvar y otros miembros del festival, no hay vuelta atrás, ni flexibilidad para la participación de Netflix en la competencia principal, que incluye premios como la Palma de Oro y el Grand Prix; declararon que la reglas ya están establecidas y no se pueden hacer cambios al antojo de las nuevas plataformas digitales.

Pero ¿realmente la discusión es sobre el formato de la exhibición cinematográfica?¿O es sobre los intereses que se están poniendo en juego al establecido sistema de distribución tradicional de cine? Netflix destapó la incómoda discusión y puso de malas a los franceses y otros miembros del jurado o posiblemente, ellos ya estaban de mal humor desde que supieron que hay grandes producciones en plataformas digitales que igualan la calidad de una película exhibida de manera convencional.

Este embrollo sólo parece ser el principio de una disputa en una nueva era en el cine, los formatos cambian… todo cambia. ¿De verdad importa que veamos una película en la comodidad del hogar y no en una sala de cine?, ¿ acaso no podremos apreciar el arte del filme en su totalidad? Hay tantas preguntas y tantos pretextos que se han puesto sobre la mesa con esta discusión, cada quien quiere hacer su voluntad y está bien… pero seamos realistas, quien de verdad sufre son los creadores, los actores y todos aquellos que pusieron su fe creativa en Netflix y que de algún modo escaparon a la burocracia convencional de las productoras establecidas. Mientras tanto, Frémaux, insiste en que Ted Sarandos reconsidere su postura y logre entrar a la competencia que se llevará a cabo en mayo de este año. Las cartas están sobre la mesa, la discusión está lejos de llegar a su fin y cada uno de nosotros puede tener una opinión. No sabemos qué va pasar, pero lo cierto es que esto se trata de todo menos de la manera en la que apreciamos una película.

 

 

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