Producción: Makala
Dirección: Emmanuel Grass
Año: 2017
Plataforma: Ambulante
En cinco líneas este documental:
Cuenta la historia de un joven productor de carbón en el Congo
Provoca sensibilidad y empatía
Tiene una sutileza conmovedora
Es un relato por momentos triste
Es un filme contemplativo
Jamás me había preguntado de dónde viene un elemento tan orgánico como el carbón, tan necesario y tan antiguo. Por lo tanto, tampoco me había puesto a pensar cómo se produce, qué elemento químico es y qué símbolo tiene –que por cierto es el C y su número atómico es el 6– y claro, mucho menos me había puesto a pensar cómo se dice en swahili. Makala significa carbón en swahili y es también el nombre perfecto para este documental que está lleno de matices emocionales y sutiles, pero que tienen una fuerza más que suficiente para atraparnos a cada momento de la historia.
El protagonista de la historia se llama Kabwita Kasongo, un joven de veintiocho años que vive en Kolwesi, un alejado pueblo de la República Democrática del Congo. El joven tiene una familia a quien cuidar y el sueño de construir una casa y conseguir una mejor vida y una mejor salud para su pequeña hija quien se encuentra enferma. Sueños y más sueños, todos depositados en la venta del carbón que él mismo extrajo con enorme esfuerzo; es ahí donde Kabwita emprende un viaje que está por demás decir, complicadísimo y en ocasiones peligroso. El método de transportación de los costales de carbón que produjo y el larguísimo viaje que realiza en las situaciones más precarias, nos hacen sentir introspectivos y en ocasiones hasta impotentes al no poderle a ayudar al protagonista, quien a pesar de las dificultades del viaje –en el cual no pudo faltar el típico extorsionador y un desafortunado accidente con los costales de carbón– llega a su destino, donde la suerte tampoco le ayuda mucho que digamos y se enfrenta ahora a la gente que tal vez no está tan dispuesta a ayudarle con su situación. Mientras que Kabwita, a pesar de su desesperación, mantiene una templanza envidiable.
Esta historia es un viaje que poco a poco nos va hipnotizando y sensibilizando de muchas maneras. La potencia de la historia nos provoca repensarnos en el desbalance económico y social de un mundo como el que vivimos, donde las dificultades que enfrentamos todos los días y de distintas maneras tienen un motor, en el caso de Kabwita, la familia y la salud de su hija. Este viaje tiene pocas palabras, mucha imagen, mucha sensibilidad y se va desmenuzando poco a poco, y aunque por momentos puede llegar a ser demasiado contemplativo, nos va atrapando constantemente y tiene la virtud de hacernos pensar que a veces lo único que nos queda es seguir hacia adelante en la medida que podemos. Un documental brutalmente bello y conmovedor, que bien vale la pena ver.